Malnazidos | Crítica

Las dos Españas contra los muertos vivientes

Mike Esparbé y Aura Garrido en primer plano en una imagen de 'Malnazidos'.

Mike Esparbé y Aura Garrido en primer plano en una imagen de 'Malnazidos'.

En algún lugar entre La Vaquilla, Doce del patíbulo, Malditos bastardos y La noche de los muertos vivientes, Malnazidos responde, Mediaset mediante, a esta época de filmes de diseño conceptual híbrido e inter-genérico que tiene su principal reclamo y acierto en la propia condición mestiza de su propuesta. También en la desacralización paródica de ese cine sobre la Guerra Civil y las dos Españas irreconciliables al que, a partir de la novela de Manuel Martín Ferreras, se quiere quitar caspa y cainismo a través de su reformulación paródica pasada por el filtro del cine popular y los guiños caros a la serie B.

Así las cosas, nacionales y republicanos, fachas y rojos convenientemente caricaturizados y liderados por Esparbé y Callejo, tendrán que unir sus fuerzas y su amor a la patria contra un viejo y no menos caricaturizado enemigo común, ese nazi diabólico (salido de la saga de Indiana Jones) empeñado en su particular guerra química que convierte en zombis sedientos de sangre a todos aquellos que quedan expuestos a su efecto, sin distinción de bando, raza, género, edad o religión.

La fórmula permite así una variación cómica sobre los estereotipos de la tropa y un fuerte anclaje en los peajes y etapas del filme de misión y rescate que Ruiz Caldera y De Toro manejan con eficacia de imitación, humor chusquero celtibérico con la réplica ingeniosa siempre a punto y un tratamiento del espacio y la acción que oscila entre la economía de medios y el espectáculo pirotécnico digital.

Podríamos decir que Malnazidos funciona en tanto que mantiene vivas sus variaciones y chistes sobre una misma situación, demasiado contenida en sus propias claves paródicas, algo cansina en sus peajes dramático-románticos o sus apuntes humanistas sobre la guerra, mucho más entretenida cuando, entre noches infrailuminadas (¡!) y días quemados, se libera de sus ataduras para cortar por lo sano, reventar cabezas a quemarropa o asumir la lógica hiperbólica, explosiva y gamberra de su naturaleza bastarda.