Ron da error | Crítica

Amistad y algoritmo

Una imagen de 'Ron da error'.

Una imagen de 'Ron da error'.

A falta de esa valiente película de animación infantil que desentrañe el verdadero drama del alma pixelada de sus protagonistas, Ron da error se suma (como la reciente Los Mitchells contra las máquinas) a esa corriente denunciadora de la tecnología, las adictivas redes sociales y los mundos virtuales como trampantojos y sustitutos de los afectos verdaderos y terrenales.

A saber, la suya es la enésima historia del niño diferente (colegas raros, padre viudo, abuela inmigrante) que encuentra en su mascota (donde antes era un perro ahora es un boot electrónico de última generación que resulta venir defectuoso de fábrica) al amigo cálido y sincero que no tiene en carne y hueso, una mezcla entre R2D2 y E.T. para tiempos del Internet de las cosas fabricado desde Reino Unido (Locksmith Animation) con diseños, colorido, fotorrealismo de altas calidades, formas y trazado para el mundo global.

Ron da error propone así una nítida y didáctica aventura de emancipación y recuperación de esencias humanistas, una oda a la amistad al ritmo de la persecución del malvado CEO de la empresa tecnológica al que no le gustan los niños y que sólo quiere colocarles productos derivados al dictado del algoritmo, fábula contemporánea que sería de lo más plausible si, en el fondo, la propia película no fuera también otro producto más del mismo engranaje de compra-venta.

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