Sevillanas de Brooklyn | Crítica

¿Qué ha sido de la comedia española?

Una imagen de 'Sevillanas de Brooklyn'.

Una imagen de 'Sevillanas de Brooklyn'.

Sumida en una profunda crisis estética y de ideas inversamente proporcional al éxito en la taquilla, la comedia española sigue perpetrando un constante saqueo a la parodia de los estereotipos culturales como fórmula regresiva de supervivencia. También los convoca, con Sevilla de fondo, esta cinta del otrora prometedor Vicente Villanueva (Nacida para ganar, Toc Toc) que, con un triste guion entre manos, ahonda no sólo en la confrontación yanqui-española sino que explota también los más rancios tópicos sobre la diferencia de clases en un sainete descafeinado y sin calorías a costa de la visita estudiantil de un americano negro (insustancial y romo Sergio Momo) a una ciudad de barriada donde el costumbrismo y el tipismo folclórico han sustituido toda conflictividad social por la caricatura cani y el enredo de ida y vuelta con piloto automático.

Ni diez minutos es capaz de aguantar el tono y las formas una película que sabotea constantemente sus escasos gags propios de la comedia, a saber, la premisa inicial del engaño y la suplantación familiar o el personaje del padre ocioso liberado sindical que compone Manolo Solo, para escorarse pronto hacia una gazmoñería que suaviza y ablanda toda tendencia al disparate y la locura, como hubiera sido deseable, por un repliegue sentimental y romántico en el que todos los personajes parecen más fuera de sitio aún de lo que ya estaban. Un auténtico desperdicio que no sólo no arranca ninguna risa, que ya es poco pedir, si no que acaba causando esa inevitable sensación de vergüenza ajena tan familiar a estos productos bien financiados que se hacen pasar por comedias populares.