This much I know to be true | Estreno en MUBI

Todo el mundo ha perdido a alguien

  • Llega a la plataforma MUBI el extraordinario documental musical de Andrew Dominik sobre Nick Cave y Warren Ellis en pleno proceso creativo.  

Nick Cave y Warren Ellis en una imagen del documental.

Nick Cave y Warren Ellis en una imagen del documental.

Cualquiera diría que a Nick Cave el dolor y la pérdida le han sentado bien. A su arte y a sus canciones, se entiende. No hace mucho conocíamos la muerte de otro hijo suyo, el segundo ya después de aquel trágico accidente en los acantilados en el que pereció Arthur en 2015 y del que salieron y siguen saliendo algunas de las baladas en forma de réquiem más hermosas jamás compuestas y cantadas por el australiano. Un documental previo, One more time with feeling, también firmado por Andrew Dominik (El asesinato de Jesse James), indagaba ya en las entrañas del duelo, en el perfil abatido de un tipo que ha superado no pocas afrentas de la vida, muchas autoinflingidas, para salir siempre adelante desde la búsqueda de la belleza y una particular vía de comunicación trascendente.

This much I know to be true propone una performance en vivo de Ghosteen y Carnage, sus últimos discos junto a The Bad Seeds y Warren Ellis, y lo hace en un gran y viejo salón vacío (una catedral, en realidad) donde el artista y su banda ensayan y ejecutan ese puñado de canciones ante un equipo visible, una cámara circular y suspendida y el diseño lumínico del propio Dominik al que el gran director de fotografía Robbie Ryan saca el mejor partido. Las canciones se suceden en sus tiempos lentos y meditativos y sus escaladas gospel, Cave canta y se mueve mejor que nunca, el monje Ellis toca el teclado sobre sus rodillas y dirige con énfasis al coro y a la sección de cuerdas. La comunión es perfecta y el sonido envolvente y hondo: estamos en una suerte de íntima misa rock con dos sacerdotes que creen firmemente en lo que dicen y hacen.

Entre una canción y otra, la visita de una vieja dama enferma, Marianne Faithfull, cuyos últimos discos han recogido todo ese torrente creativo de la pareja; pero también antes un prólogo donde Cave enseña y cuenta una a una las esculturas sobre el demonio a las que se ha dedicado durante el tiempo de la pandemia, figuras donde se proyectan y recorren sus fantasmas y obsesiones. Por separado, Ellis y Cave hablan del proceso creativo, de su particular relación simbiótica, de sus almas complementarias e intuitivas. También hay tiempo para contestar algunas cartas a los que escriben online preguntando cómo se puede gestionar el dolor tras la pérdida y sobrevivir a la tragedia.

No hace falta ser fan para disfrutar de este espléndido y emocionante documental musical, tan sólo tener la sensibilidad justa para apreciar la hondura, la catarsis y la sinceridad de unas canciones y observar a unos creadores en un particular estado de gracia y control de los elementos, a pesar de los descartes, de los que también se habla. No hay muchos artistas contemporáneos de los que pueda decirse que tienen ya al menos tres grandes películas a la altura de su talento.