Vaca | Crítica

Animalismo de autor

Una imagen del documental de Andrea Arnold.

Una imagen del documental de Andrea Arnold.

Llega esta Vaca a los cines tras su paso por la sección oficial del SEFF y unos meses después de aquel debate sobre los pros y contras de la ganadería extensiva frente a la intensiva propiciado por Garzón en el enésimo intento de dar visibilidad a una cartera más bien inútil y sin ofrecer demasiadas soluciones o alternativas reales.

Andrea Arnold (Fish tank, American honey) parece sumarse a la visión más apocalíptica, pro-vegana y animalista del asunto con su documental sobre la vaca Luma y su ciclo vital de explotación láctea en una acomodada y amplia granja británica, asumiendo una gran falacia discursiva que busca en la cercanía de la cámara al animal la estrategia reduccionista y efectista de un cierto punto de vista subjetivo que pretende ser a su vez el vehículo para la empatía sintiente.

Un ciclo que se abre con ese canónico parto y sigue con el siempre entrañable primer contacto entre madre y cría y la posterior separación filmadas con ojo de autor comprometido pero con Disney en la mochila, a saber, como un viaje de acompañamiento por la vida animal desde la identificación humana que se quiere hacer pasar por mirada vacuna.

Se entiende así que Arnold no tenga pudor en colocar canciones de fondo camufladas de ambiente, o en dejar oír conversaciones humanas para orientar a espectadores perdidos, incluso festejar con fuegos artificiales un nuevo apareamiento, por no hablar de ese desenlace anunciado que, en todo caso, deja en pañales la supuesta denuncia de la crueldad de su película al lado de aquella La sangre de las bestias de Franju con la que tanto nos gustaría poder emparentar a esta Vaca para tiempos de desnatadas sensibilidades animalistas.