Wolf | Estreno en Movistar+ y Filmin

Rebelión en el zoo

Lily-Rose Depp y George MacKay en una imagen del filme.

Lily-Rose Depp y George MacKay en una imagen del filme.

“Species dysphoria” u “otherkin”. Buscamos estos dos términos sinónimos y Google nos devuelve el trastorno de identidad que consiste en creerse de otra especie, normalmente animal, y que lleva a comportarse como tal. No estamos, por tanto, tan lejos de la realidad como la apariencia distópica, valga la palabrita, podría sugerir.

En efecto, en esta Wolf de Nathalie Biancheri (Nocturnal) un grupo de jóvenes son recluidos por sus padres en una institución clínica para intentar curar su “disforia de especie”, jóvenes que creen ser lobos, gatos, caballos, perros o pájaros. El diseño del espacio, a mitad de camino entre la asepsia y el arte contemporáneo, y la forma de filmarlo llevan el filme hacia el territorio de la fábula indie, y en ella se instala en su escalada de situaciones y tensiones donde la animalidad performativa se enfrenta a la disciplina y los métodos expeditivos de un cuadro médico comandado por Paddy Considine que explicita en exceso el trasfondo. Se trata aquí de denunciar los métodos coercitivos y represivos de la (vieja) psiquiatría, de hablar de la castración y aniquilación de la diferencia, de señalar, como en La naranja mecánica, que la violencia sólo engendra violencia.

Captado pronto el mensaje, lo mejor es ver a George MacKay (lo recordamos como el soldado de 1917) moviéndose, contorsionándose, olfateando y aullando como un lobo, en un portentoso trabajo físico que tiene en la escena del apareamiento con la joven gata salvaje que encarna Lily-Rose Depp su momento cumbre. Verlo en acción es el mayor atractivo de un filme sin duda atrevido y alegórico al que la mecha no le da para mucho más a la hora de metraje.