Un atardecer en la Toscana | Crítica

¿Quo Vadis, Europa?

La gran actriz polaca Krystyna Janda en una imagen de 'Un atardecer en la Toscana'.

La gran actriz polaca Krystyna Janda en una imagen de 'Un atardecer en la Toscana'.

Bajo el engañoso título español de un Un atardecer en la Toscana, Dolce fine giornata nos trae una saludable dosis de cine adulto y de ideas, cine de ideas complejas que se pregunta nada menos que por la actual deriva social y política de Europa y el papel de los intelectuales ante el proceso de degradación de los valores humanistas que ha propiciado el ascenso de los extremismos o la galopante entrada de la ultraderecha y su discurso de odio en las instituciones de medio continente.

El personaje de la poeta polaca y ganadora del Nobel Maria Linde, interpretado por la veterana y prestigiosa Krystyna Janda, se convierte así en cuerpo maduro de resistencia ideológica a un tiempo que ve como el rechazo al inmigrante, el terrorismo islamista o la hipocresía del mundo y la cultura occidentales conviven en complacencia con la degradación del pensamiento propio, no digamos ya con el rechazo a la poesía como posible arma de combate.

Atardecer en la Toscana desgrana poco a poco el camino de liberación de esta mujer en la cumbre capaz de renunciar al confort hedonista de una vida placentera (ahí está ese paisaje rural de la Toscana para recordárnoslo) por unos principios éticos a contracorriente incluso de sí misma, como si en la escapada de ese personaje construido por su entorno, los medios y las instituciones, residiera el último y único gesto posible de rebeldía y redención.

Cine de ideas que Jacek Borcuch articula con cierta tendencia a la pincelada elíptica y el gesto metafórico casi siempre con respeto por la inteligencia de su espectador, que debe mascar junto a la protagonista un proceso de autoafirmación que la película no resuelve de forma unívoca.