Kursk | crítica

'Europudding' submarino

El trágico accidente del submarino nuclear ruso K-141 Kursk en aguas del Mar de Barents en 2000, que dejó una cifra de 118 marineros muertos, ha pasado a la historia de la infamia del Ejército ruso después de que se supiera que éste no consintió la ayuda internacional para el complejo intento de rescate.

De la reconstrucción de ese episodio se ocupa este europudding producido por Luc Besson y dirigido por el danés Thomas Vinterberg, que hace ya muchos años dejó atrás las austeridades del Dogma (Celebración) para convertirse en un director de encargos (Todo es por amor, Querida Wendy, Lejos del mundanal ruido) y telefilmes con pretensiones (La caza, La comuna) con una asombrosa capacidad para el camuflaje autorial.

Un europpuding al que se le notan demasiado las costuras de la co-producción en su desconectado reparto multinacional que incluye al belga Matthias Schoenaerts, único protagonista visible al mando de la nave, la francesa Léa Seydoux, los suecos Max Von Sydow y Pernilla August, ambos tristemente desaprovechados en papeles casi anecdóticos, y el británico Colin Firth, y en un inerte y anticlimático planteamiento narrativo que se mueve, sin apenas sentido del ritmo y con flagrante espesor temporal, entre los preparativos del viaje, las peripecias en el interior del submarino accidentado, la espera angustiada de las esposas y las estrategias y negligencias militares en el intento de rescate que dan al traste con cualquier sentido del suspense para estancarse en una flácida rutina de supervivencia y espera de lo inevitable.