Sobre ruedas | Crítica

Reeducando al 'machirulo'

Franck Dubosc y Alexandra Lamy en una imagen de 'Sobre ruedas'.

Franck Dubosc y Alexandra Lamy en una imagen de 'Sobre ruedas'.

Avalada por la siempre temible etiqueta de “la comedia francesa del año”, Sobre ruedas viene a rebajar el viejo humor políticamente incorrecto (el único posible) a costa de los discapacitados con ese aire pacato y temeroso de los tiempos que necesita pedir disculpas después de cada chiste.

Nuestro protagonista, un próspero empresario deportivo de mediana edad, machirulo canalla de rancio manual de usos y costumbres depredadoras, decide hacerse pasar por parapléjico como nuevo reto y estrategia para ligarse a una rubia explosiva (sic), aunque la jugada le sale rana y ésta termina emparejándolo con su hermana, también en silla de ruedas, una tenista y violinista de no menos rubios y adorables encantos.

Servidos el previsible enredo y la farsa a mayor (y dudosa) gloria de Franck Dubosc (también director) y la popular Alexandra Lamy (Historias de una indecisa), unos contados gags a costa del efecto-silla y los solos de los secundarios de turno (la secretaria torpe que encarna Zylberstein y el amigo-consejero que interpreta Darmon), Sobre ruedas se precipita cuesta abajo hacia la senda del insufrible pasteleo romántico como camino de redención para el macho alfa, encadenando secuencias a cada cual más sonrojante (de la cena en la piscina al viaje milagroso a Lourdes) que estiran más allá de lo recomendable la inevitable revelación de la mentira que redima a unos y otros en aras del amor más cursi.