Becoming: Mi Historia | Estreno en Netflix

Ex Primera Dama en promoción

Michelle Obama en una imagen del documental 'Becoming: mi historia'.

Michelle Obama en una imagen del documental 'Becoming: mi historia'.

Hubo un tiempo en que los documentalistas norteamericanos se acercaron a la política, sus dinámicas y personalidades a una distancia y en unas condiciones que permitían revelar algo más allá de las apariencias, gestos de flaqueza, momentos incómodos, estrategias o trucos que salían a la luz de la observación y cierta libertad de movimientos en torno al circo de las campañas y los mítines. Basta ver un filme como Primary (1960), de Richard Drew, con Albert Maysles y Richard Leacock a las cámaras y Don A. Pennebaker en el montaje, para comprobarlo.

Ha llovido mucho desde entonces y es difícil ya, por no decir imposible, dejar que un equipo documental se acerque a un político si no está todo bajo control por sus equipos y asesores o si no se trata de realizar el clásico retrato con tendencia a lo hagiográfico. Tal vez el único caso reciente en el que aún puede verse algo parecido a la verdad incómoda revelada es el documental Weiner, sobre la caída en desgracia de Anthony Weiner, congresista demócrata por Nueva York, tras un escándalo sexual.

Nada parecido van a encontrar en este Becoming que llega ahora a Netflix a mayor gloria de Michelle LaVaughn Robinson, a saber, Michelle Obama, ex Primera Dama de los Estados Unidos, en plena gira promocional de su libro superventas de memorias, Becoming (Mi historia en la traducción española) por 35 ciudades norteamericanas. Un documental producido por su nueva compañía, responsable también de títulos como American Factory o Crip Camp, que busca un aire de espontaneidad cuando en realidad no deja de ser un vehículo promocional sin fisuras sobre una de las mujeres más famosas del mundo, verdadera estrella pop capaz de llenar estadios, esposa, compañera y confidente del líder mundial más carismático de las últimas décadas y encarnación de todos los valores positivos imaginables en una sociedad siempre amenazada por la desigualdad y la creciente polarización ideológica.

Una especie de santa afroamericana en vida que este retrato busca mostrar cómo alguien cercano y accesible, alguien que escucha, mira a la cara y saluda cálidamente a su interlocutor con el libro en mano para firmar, una mujer que encarna o, mejor dicho, sobre la que se ha fabricado estratégicamente, ese camino de superación de obstáculos que, desde los barrios obreros y negros de Chicago a los jardines de la Casa Blanca, sigue haciendo creer a todos sus correligionarios, que la miran y escuchan extasiados, en el eterno Sueño Americano.

Como era de esperar, Nadia Hallgren no la coge nunca en un renuncio, en una incorrección o en un traspiés verbal, e insiste en mostrar esas bromas familiares y chistes de alcoba que tanto gustan a la audiencia, tal es el grado de (auto)control y (auto)conciencia del rodaje que se desprende en todo momento. Si algo trajeron los Obama a la política internacional es un nuevo estilo, unas maneras, un espíritu, un aire de esperanza un poco más allá de la pragmática y las estadísticas. Aquí, ahora, unos años más tarde, se trata sencillamente de vender unos cuantos millones de libros más. Y claro, los ingresos irán a parar a una institución benéfica.