Todos lo saben | Crítica

Barro en los zapatos

El prestigioso director iraní Asghar Farhadi (Nader y Simin, una separación, El pasadoEl viajante) reúne el cast hispanoamericano soñado por cualquier productor (Cruz, Bardem, Darín, Lennie, Fernández, Cuesta) para viajar a una España rural algo esclerotizada y desplegar un enredo clásico a lo Agatha Christie entre bodas, banquetes, viejas cuitas de tierras y lindes y amores perennes que igualmente podrían formar parte de un drama lorquiano.

Pero estamos lejos aquí de la que es su mejor película, A propósito de Elly, donde también una desaparición era el elemento catalizador para una metáfora de profundo calado a propósito del lugar de la mujer en el Irán contemporáneo.

La desaparición aquí se convierte pronto en pura rutina de género (secuestro), y es también, a diferencia de aquel filme, el inicio del declive. Hasta entonces (primer acto), la llegada de los invitados y la presentación de los personajes, el manejo del tiempo narrativo y la descripción del espacio, resultan ejemplares. Alcaine y su cámara registran la inmediatez de los gestos, los primeros encuentros, la luz del tiempo y la fiesta con soltura y credibilidad, también los actores cogen ese tono, tan de Farhadi, que exige estar arriba pero sin pasarse de rosca.

Pero llega, decíamos, la desaparición, el meollo del asunto, y Todos lo saben se convierte en una función pautada al aire libre, en un drama forzado para que afloren viejas rencillas familiares, amores incombustibles, recelos eternos y apuntes telúricos (sin trasfondo social) con los que Farhadi apuesta por señalar en todas las direcciones para mantener a su espectador entretenido con triles y falsas pistas que cargan de motivos y razones para la venganza a (casi) todos sus protagonistas.

Y a los postres, dos grandes desaciertos: el desvelamiento del culpable en un evidente anticlímax y, el que se nos antoja más lamentable, el doble subrayado, a través de unos zapatos embarrados, que confirma estrepitosamente y en primer plano (nunca antes) una escasa confianza en el espectador que ha estado presente de una manera u otra a lo largo de toda película.