Presentado en la pasada Berlinale, este documental de Pietro Marcello, sin duda uno de los cineastas italianos más estimulantes del momento y autor de un puñado de filmes (La bocca del lupo, Bella y perdida, Martin Eden) atravesados por cierto espíritu de vanguardia e hibridación con las formas documentales, rinde homenaje al gran cantante boloñés Lucio Dalla (1943-2012), figura clave de la música popular italiana desde mediados de los sesenta hasta su prematura muerte, autor comprometido, satírico y de trayectoria libre que alcanzó una popularidad que no ha trascendido empero nuestras fronteras más allá de aquel Caruso versionado por Luciano Pavarotti.  

A Dalla se entrega este trabajo que, como en ocasiones anteriores, vuelve a hacer del archivo documental variopinto y el montaje sus puntos fuertes en un formato libre y fluido guiado por las canciones (Lunedi’ Film, Il fiume é la cittá, 4/3/1943, Ítaca, L’operaio Gerolamo, La borsa valore, Mille miglia, Intervista con l’avvocato, Quale alegría, Comme è profondo il mare, Mambo, Attenti al lupo, Balla balla ballerino o Futura), las apariciones televisivas de Dalla (entre ellas una memorable junto a su madre) y un retrato colectivo de la Italia de posguerra que dialogan y se acompasan como una suerte de correlato histórico en el que se deja sentir el interés por la cultura y las formas de vida populares y el proceso de transformación de un país que se alejaba paulatinamente de lo rural para abrazar una industrialización marcada por la migración a las grandes ciudades y la economía de consumo.

Guiada por las entrevistas y el impagable y lúcido diálogo entre su viejo manager Umberto Righi ‘Tobia’ y su amigo Stefano Bonaga, Para Lucio ha de verse así como un discurso en paralelo por la vida, las canciones y la personalidad del cantante, figura menuda, gorro a la cabeza y cuerpo velludo muy lejos de cualquier estándar estelar, y el devenir de un país anclado en las imágenes sin firma de los noticieros y documentales, con un especial interés por la clase trabajadora y sus avatares. Marcello cultiva y actualiza así un cierto gesto pasoliniano a través del montaje y la mirada al mito de Dalla, un mito popular nunca elevado más alto de la palabra (la suya y de los que lo trataron de cerca) y el compromiso con la música y su capacidad para capturar el presente y sus cambios desde la belleza, la melancolía, la ironía y el espíritu crítico.