Scream | Crítica

Jugando a jugar que se juega (o se mata)

Neve Campbell y Courteney Cox vuelven al universo de ‘Scream’ 25 años después del estreno de la primera entrega.

Neve Campbell y Courteney Cox vuelven al universo de ‘Scream’ 25 años después del estreno de la primera entrega. / D. S.

Pieza importante del cine barracón de atracción de feria –en una de las proyecciones a las que asistí parte integrante de la función era que un tipo irrumpiera en la sala llevando la máscara de Ghostface y formando el griterío imaginable, lo que inevitablemente me recordó los escobazos del tren de la bruja de los cacharritos de la feria– Scream ha hecho algo no tan fácil: crear un tipo que se ha inscrito en la historia del cine de terror (eso sí, del infantilizado o adolescenziado slasher que arrancó en el 78 con Halloween).

A partir de una idea original del guionista Kevin Williamson, inspirada en parte en el personaje real Dabnny Rolling –un psicópata que asesinó a cinco adolescentes en un campus universitario– y en parte los tópicos del cine slasher citados en juegos de metacine, la dirigió el nada desdeñable Wes Craven, padre también del Freddy Krueger de la serie Elm Street además de autor de títulos como La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, La cosa del pantano o la muy imitada El sótano del miedo.

La primera Scream se estrenó hace un cuarto de siglo, allá por 1996, y conoció un enorme éxito por su unión de terror (con sustos de sobresalto: siempre el parque de atracciones), citas de otras películas y no poco humor irónico. Gracias a ello le siguieron tres secuelas en 1997, 2000 y 2011, todas dirigidas por Craven con un interés decreciente. Por problemas de producción y el fallecimiento del director en 2015 la quinta entrega, que ahora se estrena sin numeración, se ha retrasado una década lanzándose para conmemorar el 25 aniversario del inicio de la saga.

Pasados estos años un asesino regresa al pueblo para seguir matando adolescentes. La película, entretenida y divertida si no se pide más de lo que quiere y puede dar, es una fiesta, una apoteosis de autocitas (incluyendo aquella película dentro de la película que los adolescentes veían), referencias e interpolaciones traídas al nuevo universo juvenil de los móviles con su cortejo de memes y otras distracciones. Lo más divertido es la tomadura de pelo al terror serio que algunos protagonistas, para su desdicha, prefieren al slasher.

La dirigen Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet –convertidos en estrellas del género por Noche de bodas– y la interpretan los veteranos del original –David Arquette, Courteney Cox y Neve Campbell– en papeles secundarios que se convierten en principales a causa de la sosería del puñado de adolescentes que les rodea.

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