Crítica 'Experimenter'

La edad de la obediencia

Experimenter, la historia de Stanley Milgram. Drama-biopic, Estados Unidos, 2015, 90 min. Dirección y guión: Michael Almereyda. Fotografía: Ryan Samul. Música: Bryan Senti. Interpretes: Peter Sarsgaard, Winona Ryder, Taryn Manning, Kellan Lutz, Anton Yelchin, John Leguizamo. 

Los experimentos sobre la obediencia humana realizados por el profesor Stanley Milgram (193-1984) en los años 60 en la Universidad de Yale siguen siendo unos de los estudios más fascinantes y reveladores sobre la condición humana contemporánea, no sólo en su búsqueda de respuestas a aquella "banalidad del mal" de la que hablara Hannah Arendt a propósito del funcionamiento del nazismo en el exterminio judío, sino también a la hora de interpretar, hoy, aquí mismo, los mecanismos de control social del neocapitalismo en el ámbito del trabajo y las empresas.

Aquellos experimentos de psicología social fueron y siguen siendo denostados en una extraña mezcla de intereses que apela a manipulaciones de procedimiento como base para su refutación, pero a pesar de ello sus teorías siguen siendo recuperadas cada vez que la sociedad o los medios de comunicación intentan explicar nuevas situaciones de violencia, muerte o exterminio organizado en nuestro mundo.

El cine independiente norteamericano ya se acercó tangencialmente a las ideas y experiencias de Milgram en la estupenda Compliance, de Craig Zobel, una película que no necesitaba citar al profesor directamente para proponer una asombrosa situación (basada en hechos reales) que sacaba a la luz el retorcido poder de manipulación y la capacidad para asumir lo inasumible en aras de la obediencia ciega y sorda a la autoridad en el contexto de una pequeña hamburguesería local.

Lo que hace ahora esta Experimenter del siempre interesante Michael Almereyda (Nadja, Hamlet, Happy Here and Now, Cymbeline) es acudir directamente al retrato del profesor y su trabajo, en un original biopic de carácter episódico, aire teatral y voluntad experimental (la cinta es generosa en gestos reflexivos, interpelaciones directas al espectador, transparencias y trampantojos), que da cuenta, con una clínica distancia dramática, de sus diferentes experiencias científicas y de su periplo personal y profesional a lo largo de los años.

Peter Sarsgaard encarna con sobriedad y desapego al científico y consigue, desde su trabajo corporal y su voz, dar vida a una figura intelectual que entra y sale de escena con fluidez y soltura, personaje que se desdobla en narrador de su propia vida y que, salvo en ocasiones de excesivo subrayado didáctico, traza las claves básicas de un pensamiento que deja espacio al espectador para su aprendizaje.

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