Crítica de cine (SEFF 2017)

El esquivo pájaro de la felicidad

Los espejismo de cine fantástico que recorrían sus mejores títulos, de Os mutantes a Transe, han dejado aquí de ser tan explícitos, subsumidos en un universo más callado y tácito: una luz como de pecera -a la que sólo se atiende cuando te cortan el suministro por impago-, una ciudad abstraída en un puñado de espacios. Una sensación de irrealidad más intensa.

Villaverde se fue, y en Colo ha regresado; al menos a tomar verdaderos riesgos. Así, la opción naturalista de la clásica película engagé sobre la crisis se canjea por un enigmático clima de suspensión que, no obstante, implica una estructura férrea de aplastante lógica: cada miembro de la familia, primero la madre, luego la hija y su amiga, finalmente el padre, expresará su desconexión mediante una huida -amagos de desaparición- finalmente abortada pero que al tiempo planta la semilla de una aurora de estatuto ambiguo. Villaverde, que, abusando del ritmo desfallecido, se toma demasiado tiempo en sus decisiones de puesta en escena, acierta claramente en esa última tirada de dados en la que cada figura tantea una identidad nueva, una supervivencia a un centímetro del abismo.

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