Crítica 'Taxi Teherán'

Un filme robado

taxi teherán. Docudrama, Irán, 2015, 80 min. Dirección, guión, cámara y montaje: Jafar Panahi. Intérpretes: Jafar Panahi, Nasrim Sotoudeh, Hana, Omid. 

A pesar de los años y los reconocimientos, de su posición definida como autor en el panorama del cine mundial (esta película ha ganado el último Oso de Oro en Berlín), el iraní Jafar Panahi sigue recogiendo las enseñanzas de su viejo maestro Kiarostami en cada nuevo proyecto, últimamente y por desgracia realizados en limitadísimas condiciones de libertad y bajo la atenta mirada de la censura de su país.

También rodada en clandestinidad y sin permisos, Taxi Teherán recupera el dispositivo básico de aquella fundacional Ten filmada en el interior de un coche con dos cámaras fijas, para añadir algunos elementos nuevos a esa brillante idea de contar el presente de un país a través los trayectos breves y los relatos cortos de un puñado de personajes variopintos.

Panahi dinamita, como siempre ha hecho (El espejo, El globo blanco), las fronteras entre el documento y la ficción para abrazar con aparente sencillez un complejo juego de entradas y salidas, de correcciones y desdoblamientos de la imagen (a través de los teléfonos móviles o las cámaras de fotos), que permiten expandir la mirada hacia la calle, hacia ese Irán integrista en pleno retroceso social en el que los vendedores de películas pirateadas, las mujeres silenciadas y oprimidas, los niños adoctrinados o ladrones de distinto pelaje suben y bajan de un coche-espejo conducido por el propio cineasta, que repite de nuevo, como en Esto no es una película y Pardé, su papel de conciencia pública, de cineasta reconocido al que no se le permite trabajar.

Taxi Teherán conjuga así un cierto aire lúdico con el incuestionable rigor conceptual de su puesta en escena, alternando episodios cómicos (las señoras con la pecera) con otros más dramáticos (el traslado de un atropellado), señalando la falta de libertades al tiempo en que no deja de reflexionar, de forma clara y didáctica, sobre el poder del cine y la imagen como armas de denuncia, sobre su fuerte relación con lo real.

Parece fácil, puede incluso que sea ésta su película más accesible, pero Panahi sigue interrogando su propio trabajo, su labor y su función como cineasta aun cuando las fronteras son más estrechas, los medios más limitados y los tiempos menos favorables.

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