'La posesión de Mary' | Crítica

El naufragio de Oldman

Gary Oldman y Emily Mortimer, en 'La posesión de Mary'.

Gary Oldman y Emily Mortimer, en 'La posesión de Mary'.

Si repasan la filmografía de ese gran actor que es Gary Oldman verán que en lo que llevamos de siglo XXI su filmografía es un desastre muy por debajo de sus capacidades. En 20 años, además de sus participaciones en la serie de Harry Potter y los Batman de Nolan (en los que, todo hay que decirlo, está muy bien), solo ha rodado tres títulos a su altura: El niño 44 de Daniel Espinosa, El instante más oscuro de Joe Wright y, sobre todo, El Topo de Tomas Alfredson. Pobre balance. Una de las lecciones más llamativas de la historia del cine americano es que, si duro era el sistema de los estudios para los actores, mucho peor es la libertad -por llamarla de alguna forma- del mercado tras la caída de las grandes productoras en los años 60 y 70.

Así que aquí tienen al gran Gary Oldman metido en un fregado de terror en el mar con presencia siniestra en un barco. Nada que ver con los relatos de William Hope Hodgson, marino reconvertido en escritor de terror, heredero del Poe de El manuscrito encontrado en una botella, Un descenso al Maelström o La narración de Arthur Gordon Pym y maestro de Lovecraft. Nada que ver, insisto. Esta es una peliculita de ver y olvidar dirigida por el realizador televisivo Michael Goi. Más razones para una nostalgia razonada: hubo un tiempo en que los realizadores televisivos que saltaban al cine se llamaban Ritt, Frankenheimer, Mann, Pollack o Lumet.

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