Cómic

En los alrededores

  • David Lapham continúa elaborando su tapiz, compuesto de historias enmarcadas dentro del género negro

Detalles de la portada del cómic.

Detalles de la portada del cómic.

Años ochenta. Los Angeles. Tras las paredes de las silenciosas casas se desarrollan uno y mil relatos. El epicentro de todos ellos, como ya hemos visto en los anteriores volúmenes, es la joven chica llamada Virginia Applejack, que no solo ha quedado marcada físicamente por los hechos del pasado. En su interior hay una creadora, un mundo de fantasía que en su cuaderno va relatando el día a día de su momento actual, en el que vive con su hermana Beth ahora que ambas se han quedado huérfanas.

Las compañías de Beth hacen que la relación entre ambas se torne insoportable, por lo que, aprovechando el ofrecimiento de un tímido chico al que comienza maltratando, Virginia termina pasando unos días en el sótano de la casa del apocado chaval.

Y, como nos tiene acostumbrados el autor de este cómic, la mecha de la violencia está siempre seca y a punto para ser encendida. La muchacha va a ser testigo de la descocada vida de la madre de Bobby, y unas aficiones de alcoba bastante peculiares. Todo ello sumado da un lío de lo más embrollado, del que no sabrá cómo salir…

Pero hay otras vidas en esta ciudad, como la del apocado Hank, cuya manera de comportarse cambiará radicalmente debido a un hecho inesperado y, cómo no, violento. Se acabó el vivir bajo el yugo de su insoportable esposa, a la que empieza a ser infiel como si no hubiera un mañana. Al menos hasta que se encuentra con el amor de su vida, una bella stripper…

Una deuda hará que dos agentes de la ley, bastante cocidos por el alcohol, se cuelen en medio de la noche en casa de Kathy. Los hechos que van a ocurrir allí hay que verlos para creerlos. Solo os diré que del caos más absoluto surgirá algo que podíamos calificar como ¿amor?

Por supuesto, en este tomo teníamos que seguir conociendo la vida y andanzas de esa criminal ficticia, alter ego de la imaginativa Virginia. Se trata, ni más ni menos, que de Amy Racecar que, en este capítulo se dedica a la investigación privada. Un caso que en principio resulta de manual, muy sencillo, se va embrollando más y más, surgiendo traiciones, secretos que van superponiéndose uno encima del otro y que hubiera hecho que Dashiell Hammet enloqueciera. Un whodunit caótico, en el que David Lapham rinden homenaje a una época del cine en Hollywood, con aquellas maravillosas cintas en blanco y negro, protagonizadas por estrellas como Cary Grant, Humphrey Bogart, Robert Mitchum… Un juego visual en el que tendremos que adivinar quién es quién.

Volveremos sobre la historia de la stripper, Amelia, cuyo devenir sentimental es una auténtica puerta giratoria por la que van pasando esos hombres a los que ella conquista con solo una mirada de su profundos ojos. Pero toda acción conlleva una reacción, y esta ley también se aplicará a su propia existencia.

Existe una sombra, una presencia letal que irrumpe de vez en cuando en las historias, se trata de Monstruo, el imparable matón al que ya hemos conocido anteriormente. Pues bien, la vida de un gris profesor se va a cruzar con él, y lo hará de la forma más inimaginable.

En la siguiente historia, las ensoñaciones, los deseos más íntimos de un tipo que está amargado por la relación con su mujer se nos muestran. Es incapaz de no enamorarse de todas las mujeres con las que se cruza y una cosa lleva a la otra y… Bueno, podéis imaginar, o tal vez no, como acaba todo.

Y al final, en la última historia contenida en este volumen, regresamos junto a Beth, la hermana mayor de Virginia. Vamos a conocerla mucho mejor, y el nivel de sadismo que puede llegar a alcanzar cuando conoce a un tipo en un bar y éste la invita a su casa. El tipo no imagina en ningún momento que está a punto de vivir una pesadilla totalmente despierto.

David Lapham, que en los prestigiosos Premios Eisner de este 2019 ha vuelto a ser nominado por esta serie, Balas Perdidas y Lodger (miniserie publicada en los USA por IDW Publishing), sigue demostrando por qué es uno de los mejores narradores de lo aparentemente cotidiano. Esas vidas llenas de falsedades, secretos, sueños rotos y, sobre todo, violencia, mucha violencia. Vidas de “otra gente”.

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