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Yo soy juglar de zanfoña…

  • Su fascinación por el medievo hizo que Peyo creara la serie de Johan y Pirlouit, consolidada en el semanario 'Spirou'

  • Ahí nacieron Los Pitufos, que acabaron llevándose todo el éxito

Detalle de la cubierta de 'La flecha negra'.

Detalle de la cubierta de 'La flecha negra'.

Fascinado por el medievo, el historietista belga Pierre Culliford, más conocido por su seudónimo, Peyo, creó a su primer personaje, el paje real Johan, en 1946. En un primer momento era rubio, con bucles, y protagonizaba dos pequeños chistes mudos de cuatro viñetas cada uno, publicados en las secciones infantiles de los periódicos belgas La Dernière Heure y Le Soir, y más tarde por fin en el semanario Spirou de la editorial Dupuis.

En el tercer chiste, en el que por fin se utilizaban bocadillos para los diálogos, apareció por primera vez el Rey. Las características de Johan son la valentía, la fidelidad a su señor, la honestidad y la astucia, lo que le convierte en el exponente perfecto de los valores tradicionales.

En esta nueva serie, Johan iría poco a poco repartiendo su protagonismo, primero con Pirluit, el bufón real, que debuta en 1956, en el álbum titulado Le Lutin du Bois aux Roches (El duende del Bosque de las Rocas). Pero pronto aparecerían nuevos protagonistas, como veremos…

La primera historia de este tomo que nos ocupa, editado en España por Dolmen, se titula La flecha negra (Le flèche noire). Fue realizada por Peyo en 1957, y en ella vemos cómo el foco va pasando de Johan a Pirluit.

Johan y Pirluit habrán de desbaratar una banda de ladrones que cuenta con ayuda secreta desde el castillo del Rey. Serializada en la revista Spirou entre el 3 de enero y el 30 de mayo de 1957, y editada en álbum en 1959. Un traidor enmascarado es quien dispara la flecha negra del título, amparado en la oscuridad de la noche, para comunicarse con la banda de salteadores que aterroriza la comarca. En esta historia, Pirluit descubre su vocación musical. Probablemente influido por las inclinaciones del autor (que cantó de joven en una coral), este rasgo perdurará en el personaje y dará lugar a muchos de los más celebrados momentos de la serie. Peyo rescata cantares medievales auténticos para los versos que desafina su criatura. Destaca la viñeta final, en la que Pirluit canta el comienzo deLos dos justadores libertinos, de Rutebeuf, trovero francés del siglo XIII: "Yo soy juglar de zanfoña, toco el salterio y la viola…".

Pirluit es el protagonista absoluto del siguiente título: El señor de Pikodoro (Le Sire de Montrésor), editado en álbum por primera vez en 1960. Un malentendido desemboca en una suplantación que pronto se complica. Peyo, en la tradición de los cuentos populares, apuesta por la legitimidad genética al trono. Esta aventura es recordada debido a dos factores: el hallazgo de Romulus, un halcón vegetariano absolutamente memorable, y la composición de las secuencias de acción, en especial la huida del cadalso.

La siguiente historia marca un punto de inflexión en la serie, ya que es el álbum donde debutan ciertos gnomos azules: La flauta de seis pitufos (1958), la más conocida de todas las historias de Johan y Pirluit, merecedora incluso de adaptación cinematográfica en 1975.

Los Pitufos tuvieron tal éxito en esta historia, que aparecieron en nueve álbumes más de la serie Johan y Pirluit, además de comenzar su propia serie, Los Pitufos, en 1959.

Se pudo comprobar que los álbumes de Johan y Pirluit donde aparecen los Pitufos vendían más que aquellos en los que no aparecían.

Este grandísimo éxito tuvo una consecuencia inmediata, que fue dedicarle paralelamente una serie propia de álbumes a Los Pitufos; pero también otra a medio plazo, y es que motivó el cierre de la serie de Johan y Pirluit para que Peyo pudiese dedicar más tiempo a los entrañables seres azules.

En La flauta de seis pitufos, el bufón Pirluit, melómano pero no buen intérprete, descubre una flauta encantada que obliga a bailar a quien escucha sus melodías. Tras su pista se encuentra el malvado Matías Torchesac, y también las criaturas azules, responsables de su fabricación, que pretenden recuperarla para evitar su uso inapropiado.

Pongámonos en situación: tanto Johan y Pirluit como los propios lectores, era la primera vez que se topaban con Los Pitufos. Una vez asimilada la sorpresa, llegan a una conclusión: el idioma pitufo es fácil; solamente hay que sustituir los sustantivos por "pitufo" y los verbos por "pitufar". Pero un pitufo les aclara: "Si querías pitufar, tenías que decir pitufar, y no pitufar".

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