Galería Haurie

Las soledades de Carmen Bustamante

  • La exposición de la gaditana en Haurie cierra sus puertas este sábado

La pintora Carmen Bustamente.

La pintora Carmen Bustamente. / Kiki

La pintora Carmen Bustamante lleva décadas acercándose al mar atraída por el misterio que arrastran sus aguas. En sus cuadros, la gaditana indaga en el pliegue de las olas, en el rastro que la espuma deja sobre la arena, en la piedra abandonada de la costa que en su pequeñez ostenta una nobleza insospechada. Bustamante retrata esos elementos consciente de que en ellos se esconde una verdad callada e íntima del mundo que se ofrece para quien sepa leerla. El mar de la autora es una invitación al recogimiento, una extensión que se vuelve, en el espectador sensible, un paisaje interior.

Las evocadoras mareas de Bustamante pueden verse hasta este sábado en la exposición que alberga la galería Haurie (Guzmán el Bueno, 9). Una veintena de obras ahonda en esa "obsesión" que tiene la creadora. "Hay gente que necesita ir al monte, yo necesito el mar", asegura en una conversación telefónica. "Ahora, en Cádiz, me hallo frente a la bahía, pero también tengo una casa en Marruecos con la misma vista. De un modo u otro, el mar está presente siempre en mi vida", reconoce una pintora que se conmueve con la naturaleza y el agua, "las marismas o ese verde que coge el río a su paso por Sanlúcar", añade.

A lo largo de los años, Bustamante ha compuesto una obra tejida de sugerencias, alejada de lo explícito, donde la presencia humana es apenas una intuición –un reflejo en el mar, una huella en la arena– y los edificios, si asoman, se vislumbran en los márgenes. "No busco que quien observa los cuadros reconozca el lugar que retrato. Más que pintar un paisaje, lo que yo hago es captar la luz, la luz del Atlántico", asegura. "Siempre se habla del Mediterráneo, pero yo reivindico la luz del Atlántico", apostilla.

Bustamante concibe así la pintura como un estado de ánimo, como un silencio en el que el hombre habla consigo, y, en sus piezas, se suceden "espacios con mucha soledad. Por alguna razón, me motiva más el reflejo de una figura humana que su protagonismo. En esa intimidad es donde yo me muevo", argumenta una artista cuyas obras destilan un emocionante y austero lirismo. "En el estudio, cuando me agoto, suelo leer algún poemario, y, de hecho, los títulos de estas pinturas proceden de José Hierro: son fragmentitos, ni siquiera versos enteros, pero que a mí me dicen mucho", comenta una autora que en la anterior muestra se inspiró en otro poeta, José Ramón Ripoll. Porque la poesía, como el mar y la pintura, es también pálpito y hechizo.

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