Mario Vaquerizo | 'Showman'

"Soy dueño de mi vida, y para eso hace falta un poquito de cabeza"

  • El actor y músico llega este jueves al Lope con 'La última tourné', una comedia musical alocada en la que también participan Alaska, Bibiana Fernández y Manuel Bandera

Mario Vaquerizo, caracterizado como su personaje en 'La última función'.

Mario Vaquerizo, caracterizado como su personaje en 'La última función'. / D. S.

Si es cierto eso que dice en un pequeño aparte de la conversación –"llevo años sin hacer nada que no me apetezca"–, y cuando lo dice parece realmente que lo asume como cierto, entonces hay una probabilidad muy elevada de que Mario Vaquerizo, emperador del petardeo mediático y el moderneo frivolón, sea más mucho más listo que usted y que quien firma esto.

Si quedase alguna duda al respecto, cuando se le pregunta si tiene algún precio la sobreexposición de su vida privada, por ejemplo en el reality que protagonizó junto a su mujer, Olvido Gara, es decir, Alaska, aquí acaba de despejarla: "¿Perdona? Mira, hoy todos nos sobreexponemos. Unos lo hacen en Instagram, Facebook o Twitter y yo en los programas de televisión. Así que, ya puestos, prefiero sobreexponerme en la televisión, donde me pagan un dineral, estoy bien iluminado y salgo además muy guapo, que en Twitter, donde otros se comen un plátano y ponen la foto con filtro Amaro".

Nos atiende por teléfono esta particular estrella del glam castizo en el descanso de un ensayo del programa televisivo Tu cara me suena. "No paro, cariño, soy una working girl", dice Vaquerizo, que desde este jueves hasta el domingo estará en el Lope de Vega junto a Alaska, Bibiana Fernández y Manuel Bandera, entre otros compañeros de reparto, presentando La última tourné, una comedia musical escrita y dirigida por Félix Sabroso.

Imagen promocional de la comedia de Félix Sabroso 'La última tourné'. Imagen promocional de la comedia de Félix Sabroso 'La última tourné'.

Imagen promocional de la comedia de Félix Sabroso 'La última tourné'. / D. S.

"Va sobre una compañía de teatro de variedades que vivió su apogeo en los años 70 y 80, cuando esos espectáculos eran masivos. Y de repente se enfrentan, a finales de los 80 y comienzos de los 90, a los nuevos tiempos, que ellos viven con desesperación porque ven cómo el mundo que conocen y aman está desapareciendo ante esa aparente modernidad que llegó a España entonces, y que en el caso del teatro implicó un rollo experimental, más vanguardista, más Fura dels Baus. Como estas personas se ven en el ostracismo, intentan adaptarse a los nuevos aires, pero no acaba de salirles bien", resume Vaquerizo, que da vida en la función al coreógrafo del grupo de varietés, un tipo de Albacete que se hace llamar Enzo Marini y que, por mucho que lo intenta, no consigue dar el perfil de italiano sofisticado que pretende ser.

"Al final la cabra tira al monte", dice sobre el conflicto –el de intentar ser lo que de ningún modo se es– que presenta esta comedia vodevilesca. "Yo no sé si el mundo del espectáculo es cruel, pero sí sé que la vida lo es. Ahora se habla mucho de que el rock ya no importa y sólo hay reggaeton, y entonces qué hacemos: es que es así... Pero si tú te sientes rockero, sigue con el rock, coño, haz lo tuyo, te conozcan 20 personas o 50.000. A veces nadie te acompaña en tu camino y entonces toca sobrevivir, así es la vida, y en el fondo de eso habla esta comedia. Porque los pobres desgraciados de la obra no lo son porque su mundo esté en desaparición, sino porque hacen algo en lo que no creen. La vida es cruel de por sí, amigo, y en función de cómo afrontes esa crueldad, estarás más feliz o menos feliz en tu día a día", dice.

Vaquerizo, en el papel de Enzo Marini, el italiano de pega. Vaquerizo, en el papel de Enzo Marini, el italiano de pega.

Vaquerizo, en el papel de Enzo Marini, el italiano de pega. / D. S.

Vaquerizo asegura haberlo conseguido, eso de estar feliz por costumbre: "Yo formo parte del show business, participo de él, pero tengo mi mundo interior". Lo que no se sabe es si queda algún rincón de ese mundo interior que quede por descubrir al consumidor de realities y programas de televisión, o alguna faceta que él guarde celosamente. "Por descubrir no queda nada, ya te lo digo yo, porque me muestro tal como soy. Todo lo que hago, lo hago por diversión. Que luego las cosas tienen éxito, fenomenal. Al principio me costaba decirme a mí mismo que vivía de la música, y otra cosa es que gane dinero también con otras cosas. Monté las Nancys Rubias para divertirme con mis amigas y ahora me pagan un dineral por tocar. De pequeño imitaba a mis ídolos, a John Travolta, a Lola Flores, y ahora, por hacer lo mismo, me pagan también un dineral en la tele. Mis aficiones se han convertido en mi medio de vida. Pero eso no significa que no me lo tome en serio, yo me lo curro mucho, tengo mucha disciplina, mucha profesionalidad. Y eso no impide que viva mi vida como un juego. A lo mejor lo vivo de manera muy naíf, pero precisamente eso es lo que hace que el trabajo me pese tan poco que a veces ni me parece trabajo", dice.

"Yo no sé si soy tonto o no soy tonto –dice sobre el rentabilísimo personaje que ha forjado–, pero sí sé que mi vida es un ejercicio de reafirmación. Mi momento presente es el mejor, tengo un pasado, evidentemente, soy una persona ya mayor, tengo 45 años, pero no añoro nada de ayer ni tampoco ansío nada del futuro, es decir, vivo el momento y el día a día. También es verdad que para llegar a eso, para vivir así, siendo el dueño de tu vida, hace falta un poquito de cabeza. Pero oye, si hay gente que piensa que soy tonto, está en su derecho a pensarlo. Siempre he sido así. Dejé Canal Plus, donde trabajaba desde antes de terminar Periodismo y ganaba un pastizal, para dirigir un fanzine del sello Subterfuge. Cuando monté las Nancys con 30 años, mi madre me decía: niño, ahora que te va tan bien, cómo te vas a pintar los ojos, se van a reír de ti. ¡Pero me daba igual! Las cosas que ella veía como un suicidio profesional, para mí eran una salvación personal. Soy así para lo bueno y para lo malo. Como diría una persona culta, soy poliédrico. Aunque yo prefiero verme como una mariquita inquieta".

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