'El sirviente'

Eusebio Poncela y Pablo Rivero llevan al Lope "el abismo entre clases sociales"

  • Los intérpretes encabezan el reparto de 'El sirviente', de Robin Maugham.

  • "La desigualdad es un tema eterno. ¿Acaso hemos avanzado algo en las últimas décadas?", pregunta Poncela.

Eusebio Poncela, en una escena de 'El sirviente'.

Eusebio Poncela, en una escena de 'El sirviente'.

Pablo Rivero y Eusebio Poncela reviven en el Lope de Vega este fin de semana –del viernes al domingo– la tensa y ambigua relación de dependencia y sumisión que entablan, en el Londres posterior a la Segunda Guerra Mundial, un aristócrata y su mayordomo. El sirviente, una obra del dramaturgo y novelista Robin Maugham que popularizó la adaptación cinematográfica dirigida por Joseph Losey, con guión de Harold Pinter e interpretaciones de Dirk Bogarde y James Fox, se mantiene vigente, según Poncela, por su retrato "del abismo que hay entre clases sociales. Estamos hablando de un tema eterno. ¿Acaso hemos avanzado algo en igualdad? ¿Preguntamos a un boliviano por lo que ha pasado ahora?", se cuestiona el actor madrileño.

Para Poncela, esta "amalgama" que combina géneros, "el melodrama y el suspense", y por la que asoma "la manipulación sexual" tiene en esta versión un final más potente, más "provocador". La pieza original, considera el intérprete, "se quedó un poco victoriana", también porque Maugham publicó la novela que más tarde llevaría al teatro en 1948 "y entonces habría sido encarcelado si planteaba determinadas cosas". A Poncela no le interesaba hacer "una cosita psicológica, una cosita sutil. Este Sirviente es mucho más salvaje", advierte, pese a que los herederos del autor "no querían que se tocara nada".

Al veterano le "sale del alma" encarnar a un hombre que actúa "desde la venganza", cansado de que "el servicio, la clase obrera, sea siempre invisible. ¿Cómo no va a ser ese tipo un resentido? Yo soy de barrio, y he visto muchas cosas, yo entiendo muy bien su conducta", opina sobre un personaje que ejerce un control absoluto sobre el señor de la casa, un papel perturbador y fascinante que le ha llevado a "no ser sólo un actor, también un maestro de la hipnosis".

En la obra, Poncela se bate en un duelo dialéctico con Pablo Rivero, el noble al que sirve (o vampiriza) su personaje, y comparte también tablas con Sandra Escacena, Carles Francino y Lisi Linder. "Hay muchos prejuicios con Pablo", dice sobre el intérprete de Cuéntame. "Pero hay un actorazo dentro de él, y yo lo animo a que lo saque", asegura, antes de mostrar su admiración por Escacena. "Es jovencísima y ya ha estado nominada al Goya [por Verónica, de Paco Plaza]. Y abre la boca y te deja impresionado. Si te descuidas, te puede robar la escena. Yo también era muy bueno cuando empezaba, ¿eh?", reivindica un profesional que tiene tras de sí un buen puñado de proyectos memorables, entre ellos la serie Los gozos y las sombras y películas como Arrebato, Werther, La ley del deseo o Martín (Hache).

Eusebio Poncela y Pablo Rivero, el mayordomo y el señor. Eusebio Poncela y Pablo Rivero, el mayordomo y el señor.

Eusebio Poncela y Pablo Rivero, el mayordomo y el señor.

A Poncela, que interviene en el documental El cuadro, de AndrésSanz, una aproximación a Las Meninas en la que participan entre otros Félix de Azúa, Francisco Calvo Serraller o Antonio López, le siguen cautivando el teatro y el cine. Pero las series ya no: "Suelen estirarlas demasiado, y tu personaje ya no es un personaje, es un estereotipo", lamenta un actor que no obstante encontró la popularidad con una producción televisiva, Los gozos y las sombras. "Qué bien hecha estaba", exclama mientras hace memoria. "Se rodaba como en cine, en 35 mm", recuerda.

El actor identifica tres temas que le obsesionan y que ha podido explorar en su carrera. "Serían la locura, el destino y las clases sociales", enumera. Se adentrará próximamente en la locura en un Rey Lear de la mano de Carlota Ferrer, con la que hizo Esto no es la casa de Bernarda Alba. "Por cierto, que esa obra apenas vino a Andalucía, a Pozoblanco y ya. No entiendo por qué", reprocha a los periodistas, como si en la sala hubiese programadores.

En vivo, Poncela seduce con esa pose de maldito insobornable que ya está de vuelta de todo y que no tiene miedo –quizás él nunca lo tuvo– a expresar sus opiniones con nítida franqueza. Si le preguntan si pesa la sombra de Dirk Bogarde, que interpretó a su personaje en El sirviente de Losey, afirma que en esa película "Bogarde era más marica que yo". Si se le interroga por si siente cumplidas sus expectativas en una carrera que se extiende ya más de medio siglo, no duda un instante en contestar con un categórico "No. No es un camino de rosas este trabajo. Y no vas a cumplir todos tus sueños. No queremos la perfección". También hace una advertencia al público: "Este país tiene muchos problemas, pero en general nos hemos vuelto más más cultos y sofisticados como espectadores. Eso sí, que no se olviden de apagar el móvil. Si suena uno durante la función yo no tengo reparos en preguntar a la persona que tenga el teléfono: Mira a ver si me ha llamado mi prima".

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