Pasadas las diez de la noche del sábado 8 de mayo, los pequeños que conforman la banda de tambores y cornetas de Abrucena llegaban seguidos por los miembros de la Agrupación Musical Musimix llegaban a la placeta del Santuario de San José, en donde cientos de abrucenses y visitantes esperaban a que comenzara uno de los actos centrales y que mayor interés despierta entre los vecinos dentro de las fiestas de Abrucena: la Traída de San José.

Un año más, y después de oficiarse una misa en su honor en la iglesia del pueblo, el patrón abandonó su ermita acompañado por muchos feligreses que lo acompañaron junto a las autoridades municipales durante su traslado a la iglesia parroquial durante un recorrido que se extiende poco más de un kilómetro.

Como manda la tradición desde tiempos antaño, el estruendo de los cohetes acompañó tanto la salida del santo como todo su traslado a la iglesia. La única diferencia es que años atrás eran los propios vecinos los que lanzaban los cohetes a los pies del trono.

Ahora la tirada de cohetes corresponde a profesionales que lanzan los cohetes, que cada vecino de manera particular entrega al Ayuntamiento en señal de devoción, desde un lugar seguro y cercado para evitar cualquier incidente.

Tras el ensordecedor estruendo de los cohetes, daba comienzo el clásico espectáculo pirotécnico musical. Un año más, y al ritmo de la música, el cielo de Abrucena se llenó de luz y color gracias a un bello castillo de fuegos artificiales. Finalizada esta fiesta de la pólvora comenzó el traslado de la imagen de San José a la iglesia parroquial.

La traída del Santo ha sido el primero de los actos religiosos organizados con motivo de las fiestas de San José. Y es que en la jornada de ayer tuvo lugar a la una de la tarde una solemne misa en honor al patrón que fue oficiada por el párroco José Antonio Díaz Alonso.

Ya de noche la imagen de San José procesionó por las principales calles del pueblo en compañía de las autoridades locales y cientos de vecinos que durante la procesión mostraron su devoción y fervor a su patrón.