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La tradición manda comer 'rosas' y zaramandoña regadas con vino del país

  • La gastronomía popular es la estrella de las fiestas en honor al patrón · Antes de la liturgia, las familias preparan una mesa en la que no faltan productos como los embutidos de las matanzas domiciliarias

20 de enero. El aroma de los platos tradicionales se mezcla con el característico olor a pólvora que invade las calles de Fiñana. Las casas se abren para ofrecer las viandas a propios y extraños y mientras, entre la gente, el trono de San Sebastián se abre paso por la avenida principal.

Son días en los que los sentimientos afloran. Los habitantes de la localidad se hermanan para festejar a su patrón y acogen a los visitantes con la mejor de sus sonrisas. Y es que todo parece quedarse corto cuando se trata de vivir una fecha tan señalada en el calendario local. ¿Qué hay que preparar? ¿Comida? Mucha. ¿Vino? Aún más.

La tradición manda. Desde hace décadas familias enteras realizan el rito previo a la procesión: cocinar todo tipo de suculentos platos para que el cuerpo aguante las casi 12 horas que dura la peregrinación del santo por el pueblo.

Sobre la mesa del comedor se puede encontrar de todo: embutidos de la matanza, 'fritá' de conejo, carne en ajillo, aceitunas 'partías'… pero hay tres elementos que no pueden faltar. La 'trinidad' es, este caso, la zaramandoña, las 'rosas' y el mosto casero.

Si no se puede concebir una navidad sin turrón ni una semana santa sin bacalao, mucho menos se puede prescindir de estos alimentos el día de San Sebastián.

El primero, la zaramandoña, es una especie de ensalada fría hecha a base de tomates y pimientos rojos y verdes secados al sol. La receta lleva también calabaza pasada, pimientos 'choriceros' secos, cebolla, aceitunas caseras de agua 'partías', ajo, bacalao, sal y aceite. Se trata del 'buque insignia' de la cocina fiñanera, de sabor muy característico y mediterráneo.

Las 'rosas' (nombre por el que se conoce a las palomitas de maíz) tampoco pueden faltar en ninguna mesa. Ya sean frías o calientes, aportan grandes dosis de energía y 'aplacan' el efecto que produce el mosto casero, un vino elaborado de manera artesanal que, a diferencia del mosto conocido por todos, tiene varios grados alcohólicos y sirve para repeler el frío de enero y alegrar el ánimo del más serio y comedido.

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