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Más de 6.000 vecinos disfrutan de las habas, el tocino y el vino

  • La nave de Ejidomar vuelve a ser el escenario de esta costumbre tan ejidense que se realiza desde 1978

Más de 3.500 kilos de habas, 800 kilos de tocino, 7.000 barras de pan y 80 arrobas de vino. Todo ello dispuesto sobre 600 mesas en las instalaciones de la antigua nave de Ejidomar, y con la asistencia de más de 6.000 vecinos. Qué otro evento podría ser en plena feria ejidense si no se trata de la fiesta de las habas y el tocino.

Y es que la tarde del sábado de San Marcos, sobre las 20.30 horas, el ambiente se traslada hasta prácticamente el recinto ferial. Un hervidero de gentes llegadas no sólo de otros núcleos del municipio sino de localidades cercanas, se adentran a disfrutar de una costumbre típicamente ejidense, que se lleva realizando desde el año 1978 con la misma ilusión y ahínco que en sus inicios.

Y eso se nota en el ambiente que siempre envuelve a esta fiesta en la que además la Asociación Cultural Francisco Velarde volvió a poner la nota de folclore y tradición con diferentes actuaciones de flamenco. Amigos y familiares disfrutaban todos juntos alrededor de las mesas donde revivían como cada año, tomando las habas y el tocino, aquellos recuerdos de infancia, cuando se reunían en el cortijo y las acompañaban también del vino.

El equipo de gobierno local casi al completo no quiso perderse esta cita a la que también acudieron militantes del PSOE y del PP de El Ejido, así como buena parte de representantes de diferentes colectivos asociativos del municipio. Niños, mayores y jóvenes disfrutaron del buen ambiente de convivencia fácilmente respirable que se percibía en la tarde de ayer. El buen tiempo que está acompañando a estas fiestas además, propició que incluso el calor imperiase en el interior de las instalaciones, pero ni siquiera eso era excusa el sábado para divertirse en buena compañía. Muchas risas, encuentros, y alegrías expresadas en voz alta se observaron y escucharon ayer en El Ejido en la fiesta de las habas. Los corrillos se distribuían por la superficie de las instalaciones y a menudo se hacían turnos para que otros vecinos pudiesen disfrutar de las habas. Una tradición que este año no se ha visto mermada por la reducción del presupuesto para las fiestas, ya que se ha preferido optimizar en recursos y seguir manteniendo esa esencia de esta fiesta. Las habas siguen siendo a día de hoy el símbolo vivo de lo que supuso la agricultura en el Campo de Dalías en épocas de antaño.

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