In Memoriam

Ana Santos: la revolucionaria

Los términos gaviero/gaviera se refieren a las personas que siempre buscan el horizonte, es decir, que muestran una actitud creativa, innovadora e inconformista". Ana Santos Payán definió su oficio en una petición para que el DRAE incorporase la palabra gaviera. Porque Ana, que viajó hasta Almería por esa luz que no bastaba a Valente, pero que a Pedro J. Miguel -su compañero de vida y aventuras- y a ella les atrajo, era editora y era gestora cultural pero era, sobre todo, entusiasta y apasionada: gaviera.

Te enrolaba en cualquier proyecto disparatado -una revista que cambiaba de formato en cada número, una antología sobre La guerra de las galaxias- porque merecería la pena. Y resultaron las exquisitas tiradas de Salamandria, revista de este sur, una publicación de arte y literatura cuidadísima, un círculo cuando trataba sobre un círculo y un kit de viaje en el número en torno al tren. Y resultó El Gaviero, hace diez años: una editorial de poesía -y de ensayo y de narrativa y de ilustración- que de verdad ha marcado una forma de entender la literatura, en la que confiabas porque no sacaba libro malo. Hace diez años Ana Santos Payán decidió que se podía trabajar de otra manera, buscando el horizonte, y apostó -¡hace diez años!- por internet, y a través de internet vendía sus libros, y llamando por teléfono y escribiendo correos a las librerías que compartían su fe. Ana escogía, corregía el manuscrito con el autor -no le importaban el nombre ni el currículo: la calidad vencía al anonimato-, imaginaba con la imprenta -en diálogo, en compañía: los libros mejor editados del país-, convencía al mundo de que tu libro mejoraría ese mundo.

Ana Santos Payán, que murió el lunes a los 41 años, cambió la vida de quienes la conocimos. Creía en ti y te hacía creer en ti. Gaviera y marinera y pescadora, lanzaba sus redes para que escritores y artistas dialogasen, contagiándoles el inmenso cariño con el que afrontaba cada tarea. Se inventó una heterónima, Ana Gaviera, que a veces se coló -lo contaba entre risas: la risa de Ana, su sentido del humor- en alguna mesa redonda, y reinventó un símbolo: imposible mirar más allá, mano en frente, oteando, sin pensar en su labor casi siempre al otro lado, publicando libros o desarrollando LILEC, una feria convertida en fiesta. Ana Santos Payán, editora que se inventó a una generación de poetas, gestora cultural que reinventó Almería, gaviera, mujer luminosa y revolucionaria, gracias por el horizonte.

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