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Ausencia del ayer

Con evidente oportunidad, Tusquets recupera este Tiempos líquidos de Bauman, libro editado por primera vez en 2007 y cuya vigencia, cuya actualidad, no parece haber mermado apenas. ¿En qué reside, por otro lado, el carácter actual de esta obra de Bauman, donde, una vez más, es la liquidez quien obstruye o fluidifica un aspecto de la vida moderna, como es, en este caso, el tiempo? ¿Y a qué tiempo debe atribuirse esta temporalidad licuiefacta de Bauman: a aquel tiempo interno del santo de Hipona, o a ese tiempo mecánico y universal que, según nos advirtió Einstein, era sólo una vaga convención social de uso doméstico?

Digamos que el tiempo a que hace referencia Bauman en este ensayo es el tiempo pautado y memorable de la Historia. Un tiempo que, según repitió el sociólogo en otros ensayos, no sólo ha desaparecido de la vida moderna, sino que ha devenido ineficaz para analizar el presente y auspiciar el futuro. En rigor, es a esta temporalidad elástica y fluctuante, donde el hombre se comporta como una suerte de Adán cibernético y perplejo, es a lo que hemos dado en llamarle posmodernidad. Una posmodernidad, por otro lado, que viene definida por el consumo, por su apresuramiento, por la perfección global de que hoy goza, y cuyas consecuencias Bauman ha descrito en innumerables ocasiones y de diversos modos. En ese sentido, cabe decir que la obra de Bauman es una fenomenología de la posmodernidad, descrita minuciosamente a la manera de un retablo gótico, y con el consiguiente apartado para las afligidas ánimas del purgatorio, que arden entre la esperanza y el estupor, ciegos al entendimiento.

Con lo cual, lo que no ofrece Bauman (en consonancia con su teoría de la liquidez del tiempo y de la invalidez de la memoria), es un análisis de los antecedentes que nos han llevado a dicha situación de trémulo y sobrecogido desamparo. Para averiguar el origen de tales desdichas, quizá habría que acudir, por poner un ejemplo entre muchos, a las páginas deLa sociedad opulenta de Kenneth Galbraith.

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