De libros

Bukowski... y centenario

  • Nacido el 16 de agosto de 1920, Charles Bukowski fue autor de una ingente obra de relatos, poemas y novelas que escribió entre trago y trago

Charles Bukowski.

Charles Bukowski. / D. S.

Allí estaba aquel libro. La máquina de follar y otros relatos de la locura cotidiana. Editorial Anagrama, de su colección Contraseñas. Con esa portada: una mujer pelirroja con los pezones protuberantes del mismo color que su melena apuntando al cielo, en pleno éxtasis, poseída por un artefacto con un trasto monumental, también bermejo, que la abrazaba como una pitón, y toda la viñeta enmarcada en una moldura decorada con espermatozoides... Una portada, de Julio Vivas, que –estúpidos tiempos estos– Apple prohibió para el e-book por considerarla demasiado explícita. Habría que preguntarse cómo demonios el icono de esa corporación es una manzana mordida, el origen del pecado y la perdición...

Pero a lo que íbamos. Allí estaba aquel libro. Con aquel verbo rotundo, también en rojo. En una librería de provincias. Amanecían los años 80.

Y el apellido del autor arriba. Sólo el apellido.

BUKOWSKI.

Había que comprarlo. Y al tomarlo entre las manos sentir como que se hacía algo al margen, algo inusual, algo fuera de lo común, algo propio de la edad. Algo rebelde y casi clandestino. ¿Compraría mucha gente un libro con ese título? Y si eran pocos los que lo hacían, ¿quiénes eran?, ¿cómo eran?, ¿todos jóvenes?, ¿y se sentirían estafados si atraídos por el gancho del verbo se dejaban las pesetas y después no encontraban dentro lo que habían creído que iban a encontrar?

Todavía en la casa paterna, con ese verbo en versales, habría que subir el libro a la balda más alta de la estantería. Casi mejor: directamente a un cajón. Como aquellas revistas...

La información sobre el tal Bukowski estaba en la contraportada. Estaban todos esos calificativos de manual, pero su inclemencia era cierta, no el recurso publicitario de un redactor de solapas. Dichoso encuentro. Hasta hoy.

Para muchos, Bukowski fue una moda. Y como toda moda, efímera. Estuvo en boga entre los jóvenes de aquella época, los ochenta. También hubo libros suyos en las mochilas y los petates y en algunos, ya pocos, bolsillos traseros de los vaqueros desgastados de los 90.

Hubo quien flipó con el boom del realismo sucio pero no tuvo agallas para el realismo sórdido –descarnado y, sí, cochambroso en muchas ocasiones, porque la la vida es muchas veces y para mucha gente una cochambre– de Bukowski.

A Bukowski quisimos imitarlo muchos. Aporreando la máquina de escribir y desenroscando la botella. Se nos dio mucho mejor lo segundo. En lo primero la cagamos.

El autor estadounidense, maldito por antonomasia, durante un paseo en ferry. El autor estadounidense, maldito por antonomasia, durante un paseo en ferry.

El autor estadounidense, maldito por antonomasia, durante un paseo en ferry. / D. S.

Sus detractores decían eso, que Bukowski sólo sabía teclear. Pero antes de hablar hay que hacer la prueba: acabar la botella de vino y después terminar el folio.

Lo uno y lo otro fueron las dos grandes (y muy importantes) actividades en las que se volcó. También se dedicó a escuchar música clásica. Un poema suyo se titula a veces cuando estoy triste escucho a Mahler. A veces esas audiciones eran su prioridad. En algún momento reveló que, junto con la escritura, oír a los grandes maestros en la radio fue su salvación, lo que hizo que no acabar en un manicomio.

Si Bukowski tuviera hoy en alguna parte algún monumento lo habrían derribado estos días. Por decirlo a su manera (imitación): él se habría limpiado el culo con la corrección política.

Supo de la censura mucho antes de que esa corrección política se propagase como el virus que es hoy. Alcanzó a su libro Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones. Lo retiraron en 1985 de una biblioteca de los Países Bajos porque "atentaba" contra la moral de las minorías. Intervino Bukowski: "Si hablo mal de los negros, los homosexuales y las mujeres es porque los que yo he conocido eran malos. ¿Hace falta que diga que hay negros buenos, homosexuales buenos y mujeres buenas? La censura es la herramienta que emplean quienes necesitan ocultar la verdad. Les enseñaron a mirar en una sola dirección cuando existen cientos de direcciones". Su poema share the pain, escrito en 1970, sufrió el hachazo reaccionario cuando a la hora de publicar el póstumo Beber (2019), la editorial estadounidense prefirió mutilar el original ante la posibilidad de ser objeto de críticas y recriminaciones. ¿Por qué? Bukowski había escrito: "no deberías invitar a todos esos negratas y bichos raros / a tu apartamento, / me dijo la casera". El oído del autor de La senda del perdedor era un radar para captar las voces de su ámbito. En 1970, ¿no dijo la casera eso: "negrata"? ¿No reprodujo Bukowski la forma de hablar de la mujer? Aun así, el poema fue eliminado del volumen, que llegó a las librerías el año pasado.

Su autor tendría 99 años si no hubiera muerto con 74.

Para lo que bebió, lo extraño es que no lo hiciera mucho antes.

Hoy habría cumplido cien.

Hoy hay que brindar por Hank, viejo cabrón.

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