'Por el gusto de leer a Cervantes' | Crítica

Cervantes, el placer y la vida

  • Aurora Egido recoge sus estudios sobre el autor, en los que trata temas como la universalidad de su obra o su defensa de la diversidad de lenguas

Aurora Egido, con un ejemplar de su libro.

Aurora Egido, con un ejemplar de su libro.

"Leer a Cervantes siempre ha supuesto para mí un auténtico gozo, desde el primer encuentro infantil con La Gitanilla o con Rinconete y Cortadillo, a los años en que tuve la oportunidad de asistir a las clases de Martín de Riquer en la Universidad de Barcelona", confiesa la académica y catedrática emérita de Literatura Española de la Universidad de Zaragoza Aurora Egido, que en Por el gusto de leer a Cervantes (Fundación José Manuel Lara) recoge 16 años de trabajo en torno a un escritor en cuya obra encontró siempre la investigadora "un descanso placentero".

Egido se aplica esa máxima que atraviesa la producción de Cervantes, la de "deleitar enseñando", y con unos textos que buscan ser accesibles para cualquier lector afronta diferentes cuestiones que interesaron al clásico, como la paternidad literaria, la dignidad de las humanidades, el cuidado de la lengua o el interés por resultar universal. Para el especialista José María Micó, la virtud principal de Por el gusto de leer a Cervantes es la de considerar al príncipe de los ingenios como "un creador en su totalidad, no sólo como el autor del Quijote. Aquí no se analiza este libro, como es costumbre, en comparación con las otras obras, sino que Egido coge toda la producción de Cervantes y de ella extrae toda una serie de tendencias y conclusiones. Aunque puedan parecer estudios específicos, muy concretos, en este volumen se ofrece una visión panorámica en la que conviven el ensayo más o menos libre con el tratado monográfico que tiene más de un centenar de notas a pie de página. Es un libro lleno de sabiduría pero que no nos habla del saber, sino del vivir", opina el poeta y filólogo, que acompañó esta semana a Egido en la presentación de esta obra en Madrid.

Para José María Micó, es un libro "lleno de sabiduría, pero no habla del saber, sino del vivir"

Entre los muchos aspectos en los que Cervantes exhibió una inusitada modernidad, señala Egido en su libro, estaría la manera en la que se afirmaría "como auténtico padre de sus obras, considerando a estas como hijas legítinas salidas de su numen", sostiene esta experta en el Siglo de Oro que se halla entre los fundadores de la Asociación de Cervantistas. Esta defensa de la propiedad intelectual y de la importancia de la invención o su denuncia del plagio fueron constantes en la carrera del padre del Quijote: "Su voluntad de destacar en todo llevó a Cervantes a autorretratarse como el primero que ha novelado en lengua castellana al frente de sus Ejemplares, donde dijo: estas son mías propias, no imitadas ni hurtadas, mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma".

Del genio inagotable de Cervantes, Egido destaca como "su mayor logro" el haber conseguido que se identifique el español como la lengua de Cervantes, "pues ello representa la aspiración mayor de cualquier autor al verse consagrado como el maestro por antonomasia de su propio idioma, donde quiera que este se hable y escriba", apunta la investigadora.

Otra de las conquistas de Cervantes radicaría en su pretensión de aspirar a la universalidad, en la perspicacia con la que comprendió que La Mancha no era sino un territorio para hablar de todos los hombres. "Cuando recibió el Premio Cervantes en 1978", recuerda Egido, "Alejo Carpentier dijo que todo está ya en Cervantes, añadiendo unas palabras de Unamuno que no pueden ser más ilustrativas: Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local y en lo limitado y circunscrito, lo eterno. Recordemos, por otro lado, los versos con los que el escritor alcalaíno consagraba a Góngora en La Galatea: con sus obras me alegro y enriquezco, / no sólo yo, más todo el ancho mundo".

Esa amplitud de miras llevó a Cervantes a reivindicar en el Persiles o en el Quijote "la diversidad idiomática como riqueza y no como castigo divino" y a dejar un "amplio testimonio de la libertad y fruición" con que las lenguas "crecen, bullen, conviven, se cruzan y trasladan de unas a otras", considera Egido, que percibe este Por el gusto de leer a Cervantes como "un homenaje a Cataluña" y a su maestro Martín de Riquer. Otro de los capítulos matiza la enfermedad que alteraría el comportamiento de Don Quijote. A quienes apuntan que "enloqueció de tanto leer libros de caballerías", Egido añade que "apenas se ha reparado en uno de los aspectos más interesantes de su locura, la enfermedad de amor, que también sufrió Hamlet, y que le aquejó al hidalgo manchego hasta su muerte. (...) El diagnóstico del enfermo de amores en la época de Cervantes estaba tan extendido que cualquier lector podía detectarlo al menor síntoma".

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