EL SIGLO DE RAFAEL MONTESINOS

"Falta un niño en el patio, sobra el hombre"

  • Hoy se cumplen cien años del nacimiento del escritor sevillano. En 'Los años irreparables' hay ecos de 'Ocnos' de Cernuda, 'La arboleda perdida' de Alberti y el 'Artista adolescente' de Joyce traducido por Dámaso Alonso

En la finca de Tarazonilla (Carmona) con el perro Chuli de 'Los años irreparables'.

En la finca de Tarazonilla (Carmona) con el perro Chuli de 'Los años irreparables'. / ARCHIVO FAMILIAR DE RAFAEL MONTESINOS

Escribió de su puño y letra su propio epitafio, que ahora puede leerse en el panteón familiar donde reposan sus restos. "He vivido cuatro días; tres no fueron sevillanos. Llevadme a la tierra mía". Rafael Montesinos (Sevilla, 30 de septiembre de 1920-Madrid, 4 de marzo de 2005) decía que había heredado de su madre la tristeza y de su padre la despreocupación. "Él, anticipado siempre a su tiempo, hablándome de peligros y mujeres. Ella, inventándome el pantalón largo, de improviso, en medio de un otoño lluvioso, en los almacenes del águila".

Está la placa en la casa de la calle Santa Clara donde nació, aunque la casa ya no es la misma, como contaba en un emotivo poema a su abuela materna, Carmen Escolar Padilla, que vivía con ellos cuando Rafael nació el 30 de septiembre de 1920. "Abuela mía, mírame. / Ya no soy aquel niño / que besaste en el patio de tu casa / la tarde aquella que te despedías / de mi infancia, diciéndome: / Sé bueno hasta que vuelva". "¿Te acuerdas, di, recuerdas aquel patio/ sin arcos ni columnas, sostenido / por nuestro amor aún en la memoria; / de aquel otoño en que nací, / de aquella muerte mía / que dieron en llamar mi nacimiento?".

Su infancia y adolescencia será un vaivén continuo de mudanzas: Santa Clara, Peñuelas, Reyes Católicos, Almirante Ulloa. El último día de 1939, el año que termina la guerra, que movilizó en dos ocasiones a su quinta del 41, la familia se traslada a Madrid. Sevilla siempre será su paraíso perdido. Rafael de Cózar, discípulo y amigo, recordaba las palabras de Montesinos en el prólogo de su Antología Poética, editada por la Diputación Provincial con motivo del homenaje que le hizo la Feria del Libro en 1995. Hace 25 años, Sevilla se volcó con el poeta. En los últimos días de mandato de Alejandro Rojas-Marcos como alcalde se inauguraron los Jardines con su nombre junto al puente de Triana y a su casa familiar de Reyes Católicos 16; en noviembre de ese año, ya con Soledad Becerril de alcaldesa, la Feria del Libro estuvo dedicada al autor de El Libro de las cosas perdidas.

Placa en la casa natal de Rafael Montesinos en la sevillana calle Santa Clara. Placa en la casa natal de Rafael Montesinos en la sevillana calle Santa Clara.

Placa en la casa natal de Rafael Montesinos en la sevillana calle Santa Clara. / Juan Carlos Muñoz

"Amar en Sevilla es habitar el paraíso", escribía Montesinos. "Y desde Adán, el destino de todo habitante de un paraíso es perderlo. Pero aún es más amargo para un sevillano quedarse a vivir en su paraíso perdido. Yo lo gané al perderlo". En realidad, ese paraíso sevillano Montesinos se lo lleva en el bolsillo, como contaba que llevaba a París el militar napoleónico de la novela de Balzac Los chuanes. No es literatura. "No inventé nada al escribir. Ni siquiera el aire de Sevilla, pues me lo traje conmigo a Madrid". Un cuarto de siglo después de aquel triple homenaje -Jardines, antología poética y Feria del Libro-, la Feria de este año se ha suspendido en dos ocasiones por culpa del coronavirus.

Años 20 del siglo XX. Le coge muy niño la dictadura de Primo de Rivera y con 9 años la Exposición Iberoamericana de 1929 que visita con su padre y su hermana Conchita. Rafael tiene 7 años cuando convocados por el Ateneo y por Ignacio Sánchez Mejías un grupo de poetas se reúnen en Sevilla para homenajear a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte. La Generación del 27 fue partida en dos por la guerra, con Federico como protomártir del grupo, y ejerció una influencia determinante en quienes como Montesinos pertenecieron a la llamada Primera Generación Poética de Posguerra. "A los jóvenes de 1936", escribe Leopoldo de Luis en el prólogo de un libro sobre esta generación que publicó Santiago Fortuño Llorens, "que, más o menos, habíamos compartido formas de vida, se nos lanzó a compartir formas de muerte". De aquellos poetas andaluces que fueron a Madrid para trabajar, darse a conocer y algunos para morir, la guerra les coge en los pañales de la infancia o la adolescencia: Rafael Montesinos tenía 15 años en julio del 36; Carlos Edmundo de Ory, 13; Caballero Bonald, que sigue viviendo en Madrid, 9; Fernando Quiñones, 6.

Rafael Montesinos frente a la Giralda, en Sevilla, en 1959. Rafael Montesinos frente a la Giralda, en Sevilla, en 1959.

Rafael Montesinos frente a la Giralda, en Sevilla, en 1959. / ARCHIVO FAMILIAR DE RAFAEL MONTESINOS

Muchos de los poetas del 27 pasaron por el Aula de la Tertulia Literaria Hispanoamericana que fundó Rafael Montesinos en 1953 y dirigió durante 55 años. Fueron determinantes en la vida y la obra del poeta sevillano. En 1953, Gerardo Diego le presenta a Marisa Calvo, con la que dos años después contraerá matrimonio y será la madre de sus hijos Rafael César y Ramón. En la edición que El Paseo ha publicado de Los años irreparables, Rafael Roblas Caride, autor de una tesis doctoral sobre Rafael Montesinos, destaca los ecos de las obras de tres autores del 27 en dicho libro. Ocnos, de Luis Cernuda, que Montesinos glosó en la revista Proel en 1946; la primera parte de La arboleda perdida, de Rafael Alberti, y Retrato del artista adolescente, de James Joyce, que leyó "en un libro viejo, manoseado, con las tapas casi perdidas", traducido por Alfonso Donado, identidad tras la que figuraba el poeta y académico Dámaso Alonso.

El poeta de Santa Clara bautizado en la parroquia de San Lorenzo, el santoral de sus recuerdos primigenios, encarna lo que otro poeta del barrio, buen amigo suyo, buen discípulo, Fernando Ortiz, llamó La estirpe de Bécquer. Rafael Montesinos obtuvo el Premio Nacional de las Letras y el Fastenrath que concedía la Academia de la Lengua con el libro Bécquer: biografía e imagen. Con esta obra se recorrió toda América y la presentó hasta en Copenhague. Mediante una tabla de concordancias, demostró que dos rimas, dos leyendas e incluso una de las cartas de Desde mi celda que durante 47 años fueron atribuidas a Bécquer tenían como autor a Fernando Iglesias Figueroa.

Montesinos era un hombre curado de los espantos de la vanidad, precisamente el tema al que dedicaba el libro que escribió cuando le sorprendió la mano de nieve, como llama a la muerte otro de los integrantes de la foto del 27, José Bergamín. El poeta sevillano bromeaba con algunas erratas aparecidas en Canciones perversas para una niña tonta, El libro de las cosas perdidas y Las incredulidades. "Si es cierto que soy capaz de poner al descubierto los versos apócrifos de Bécquer", escribe en la Antología Poética que editó Plaza y Janés, "señalar por primera vez las tres versiones del romance taurino de Mariana Pineda, de García Lorca, y devolver a su primitivo estado el poema de Manuel Machado Rojo y negro, también es verdad que soy incapaz de pararme ante mis propios versos". Le quedó muy agradecido a Francisco Umbral por haber utilizado para titular una de sus novelas el verso de un poema olvidado: Si hubiéramos sabido que el amor era eso.

"Hay tres islas en el Mar del Tiempo: Infancia, Niñez y Adolescencia", escribía Rafael César Montesinos, primogénito del poeta, en el prólogo a la cuarta edición de Los años irreparables. Lo escribió en marzo de 2005, días después de la muerte de su padre. Describe una travesía en el tiempo y el espacio. "Ahora el continente se llama Sevilla, y sus barrios, países. Rafael Montesinos nació en el país de Bécquer, calle o región de Santa Clara".

Jean Cocteau, Pemán, Montesinos (de espaldas) y Marisa Calvo en Cádiz en 1960. Jean Cocteau, Pemán, Montesinos (de espaldas) y Marisa Calvo en Cádiz en 1960.

Jean Cocteau, Pemán, Montesinos (de espaldas) y Marisa Calvo en Cádiz en 1960. / Juman / ARCHIVO FAMILIAR DE RAFAEL MONTESINOS

El poeta cambió los campanarios, patios y espadañas por otro paisaje mesetario que en su poemario Último cuerpo de campanas evocaba con música de Chopin, Mozart y Chaikovski. "Oh trágico silencio de la música. / Creo que a veces es todo lo que queda / de mí, del tiempo aquel, de éste que un día / dejaré a nuestros hijos que comparten /mi soledad igual que yo miraba / las manos de mi padre por el aire, / asidas a las notas que escapaban / al clarísimo cielo sevillano, / hoy wagneriano viento guadarrama, / de este buque fantasma en que me alejo".

"Falta un niño en el patio y sobra el hombre", dirá en otro de sus poemas donde vuelve a certificar lo que llamará "nostalgia del porvenir", una pirueta que no aprendió del profesor de Preceptiva al que retrata con sus versos. Un niño de la guerra. "Mi juventud se fue / a la guerra conmigo. / Yo volví, pero a ella / la mataron a tiros". Uno se lo imagina desde la ventana del periódico "desde la calle de Rioja al Puente de Triana", itinerario de su poema Humo y cenizas en Reyes Católicos Dieciséis. "¿Es Rembrandt o es mi padre quien regresa? / (La luz en el balcón se va dorando.) / Humo y cenizas sólo ya me queda / de aquel 1934".

Dámaso Alonso, Montesinos y Amparo Pamplona en la Tertulia Hispanoamericana en 1975. Dámaso Alonso, Montesinos y Amparo Pamplona en la Tertulia Hispanoamericana en 1975.

Dámaso Alonso, Montesinos y Amparo Pamplona en la Tertulia Hispanoamericana en 1975. / Díaz Cabezas / ARCHIVO FAMILIAR DE RAFAEL MONTESINOS

Fechas sonoras de los libros de Historia que en su caso le llevan a 1930, albores de la República, al recuerdo con apenas 10 años de Rosita, una vecina de la calle Peñuelas, donde su padre trabajaba en su despacho entre notas de la Séptima Sinfonía de Beethoven. El centenario de Montesinos coincide con los 150 años de la muerte de Bécquer y los 250 del nacimiento del compositor alemán. Y 1936 es "año de la primera novia y de la guerra (acaso todo sea uno y lo mismo)". Ya habían dejado la casa de Reyes Católicos y vivían en Almirante Ulloa, con los balcones dando a Alfonso XII. Allí escuchó los primeros disparos el 18 de julio, la interrupción en la radio de la voz que cantaba Mi jaca, el tiempo desbocado y Angélica jurándole amor eterno por la Virgen del Valle y él evocándola con versos de Petrarca. "La noche estaba resultando demasiado histórica para que se ocupasen de nosotros".

En Cuaderno de las últimas nostalgias (1949-1951) explica una disminución en la producción poética por ser poemas escritos "en años tristes, en momentos de abandono, de desconsuelo y de hondas desilusiones". Del pozo de la vida no saca el poeta agua para su poesía. "Contra la vulgar creencia falsamente romántica, cuando la vida anda mal y desganada, no marcha muy bien la poesía". El País de la Esperanza es otro de sus poemarios, se lo dedica a Marisa Calvo, su esposa.

"Vuelve lo perdido, con las cofradías". Montesinos es con Juan Sierra el gran debe en la nómina de pregoneros de la Semana Santa de Sevilla. "En el patio, mi padre, con su túnica negra, en la madrugada más profunda de la clarísima ciudad, se ha puesto solemnemente el negro capirote". Los Jardines con su nombre están junto al busto de Antonio Mairena. "El poeta oye campanas y no puede seguir por soleares", titula uno de sus poemas. Escribió un texto sobre el Rocío que se publicó en la colección Memoria de un Siglo editada por la Fundación El Monte y dirigida por Alfonso Braojos.

"Entonces un endecasílabo me valía un suspenso", escribe en el poema a su antiguo Profesor de Preceptiva quien recibió en su tertulia literaria a Borges y Blas de Otero, a Alberti y a Pemán, a Carmen Laforet y Dámaso Alonso. Alguna vez el poeta se equivocó. "Con mi pereza antigua de andaluz olvidado, / sin darme cuenta, un día me quedaré dormido. / Meterán en diez tablas mi sueño fracasado, / y empezará la historia pequeña de mi olvido". Nadie se olvida de los buenos poetas. "Lo de Dios ni dios lo entiende. / Al par que nos da la vida / le pone fecha a la muerte". "Adolescencia y juventud son efímeras", dice el Eclesiastés. En los versos de Montesinos, son eternas. El pasado hecho futuro, como dice su hijo Rafael César, que destaca de Los años irreparables que es "un libro leve, casi inexistente, memoria de un hombre bueno, que supo contar con nostalgia, tristeza, pasión y esperanza las cosas sin importancia".

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