Cultura

Ladrones en la puerta

  • La editorial Satori celebra el centenario de la publicación del relato 'Rashomon', de Akutagawa Ryunosuke, un autor venerado en Japón.

RASHOMON Y OTROS RELATOS HISTÓRICOS. Akutagawa Ryunosuke. Trad. y prólogo de Iván Díaz Sancho. Satori, Gijón, 2015. 345 páginas. 19 euros.

Una puerta abierta es siempre una invitación a la aventura, al descubrimiento de lo desconocido. A veces esa puerta es un enorme pórtico desvencijado donde se cobijan merodeadores y malhechores que soportan resignados el olor de la madera que se pudre bajo la lluvia insistente, mezclado con el de los cadáveres abandonados en el piso superior. Una puerta abierta al mundo, al pasado. Un lugar en el que encender una hoguera para pasar la noche al calor de las palabras. La entrada de acceso a una gran avenida azotada por el viento del otoño, por el hiriente sol del mediodía de un húmedo verano. Y del otro lado, el bosque en el que confluyen siete historias que juntas representan la verdad de una sola. Rashomon (la puerta Rasho) toma la palabra en Rashomon y otros relatos históricos, la edición con la que Satori celebra el centenario de la publicación del relato Rashomon de Akutagawa Ryunosuke, venerado y respetado en su país como el gran escritor que sin duda es.

En este volumen se incluyen un conjunto de narraciones que reciben el apelativo de históricas porque tienen como escenario episodios, algunos de ellos reales, del folclore japonés extraídos, la mayoría de ellos, del Kojanku Monogatarishu (Antología de relatos de antaño), una colección de más de mil cuentos compilados a finales del periodo Heian (794-1185). Se encarga del prólogo y de la traducción Iván Díaz Sancho, que hace un trabajo brillante poniendo en pie para el lector español la prosa deslumbrante de Akutagawa. Ya él nos advierte en la introducción de que no estamos ante relatos de hechos históricos, sino ante historias que toman como pretexto hechos del pasado que le sirven al autor para desplegar un admirable catálogo de la condición humana.

Rashomon está presente en nuestra memoria cinéfila gracias a la magnífica película del mismo título dirigida por Akira Kurosawa y protagonizada por Toshiro Mifune. Sin embargo, la película no está basada exactamente en este relato: utiliza en el prólogo material de este cuento, pero la parte principal de su argumento está extraída, prácticamente al pie de la letra, del relato En la espesura del bosque, que cierra la edición de Satori.

En la espesura del bosque representa con especial claridad las claves narrativas que marcan este conjunto de relatos: una historia enmarcada en el pasado, recogida en el Kojanku Monogatarishu, protagonizada por personajes que el autor construye desde una psicología moderna. En este caso, además, los hechos están contados con una técnica que no es propia de la tradición literaria japonesa: varias voces relatan su versión de los hechos. No hay un narrador que los introduzca, ni conclusión posible más allá de la que extraiga el propio lector. Díaz Sancho emparenta la estructura de este relato con la del poema narrativo The Ring and de Book de Robert Browning y con el cuento gótico The Moonlit Road de Ambrose Bierce. Akutagawa conocía y admiraba a los maestros de la literatura occidental, pero no era ajeno, por propia voluntad, a su tradición. La tradición propia recuperada y la tradición ajena elegida. Tal conjunción resulta, como poco, conmovedora y, en el caso de Akutagawa, urdida con la elegante precisión de un brocado.

El lector de Rashomon y otros relatos históricos se encontrará con una colección sin fisuras: todas sus piezas guardan interesantes sorpresas. Pero sobre todas, una: Los ladrones, un relato donde se entremezcla un puñado de viejas historias de malhechores. En él, Akutagawa despliega toda la fuerza de su prosa con una narración vibrante de la correrías de una banda capitaneada por una cruel y hermosa ladrona. Rashomon es el punto de encuentro de estos peculiares bandidos capaces de matar con crueldad, pero también de gastar bromas, de emocionarse y de conmoverse, de amar y de morir.

Muchos de los relatos de Rashomon están ambientados al finales de la era Heian, pero el autor nos aleja de ese mundo cortesano de refinados modales y feroz etiqueta característicos de la época. Akutagawa nos saca de la caja lacada en la que vive la aristocracia retratada en obras como Genji Monogatari para sacarnos a la calle, en concreto a la avenida principal de la "vieja capital", Kioto, que comienza en su extremo sur al pie de la puerta Rasho. La vida está en esa avenida bordeada de casas señoriales y palacios, pero también de casuchas y lodazales. Sus personajes son princesas y señores, artistas y escritores, pero sobre todo ladrones, samuráis sin dueño, ancianas espectrales, rameras y sirvientes. Y animales: caballos, grillos, serpientes, pájaros de mal agüero, perros feroces que se alimentan de carroña humana. Un fresco impresionante de una vivacidad a veces desbordante. El autor es capaz, además, de detenerse en pequeños detalles de gran plasticidad. En sus relatos podemos escuchar cantar a los pájaros mientras dos hombres conversan (El destino), conocer el color exacto de la ropa de los personajes (El biombo del infierno) y de las plumas que coronan las flechas que se disparan los bandidos enfrentados en una terrible emboscada (Los ladrones), el nombre de las flores y de los árboles (El bonzo Shukan), los matices infinitos de la luz, las expresiones también infinitas del rostro humano.

Es difícil imaginar a la persona enferma e insegura que era Akutagawa, que se quitó la vida con tan sólo 35 años, leyendo estos relatos llenos de energía, aunque tal vez él mismo nos revelara el secreto en esta esclarecedora frase de su relato Una vida consagrada a la literatura ligera: "Persiste hasta el final. Es posible que lo que estás escribiendo no puedas escribirlo más que ahora".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios