De libros

Literatura fertilizante

  • 'Un inconveniente'. Mary Cholmodeley. Trad. Israel Centeno. Postfacio Marta Sanz. Periférica. Cáceres, 2011. 80 páginas. 14 euros.

Elogiada por Henry James o Virginia Woolf, Mary Cholmondeley (1859-1925) era una escritora casi desconocida entre nosotros hasta que Periférica publicó La polilla y la herrumbre (1902), una de sus novelas más celebradas. Junto a otros relatos inéditos en España, la nouvelle que ahora ve la luz -The Pitfall- formó parte del volumen donde apareció la primera edición de la mencionada novela, aunque la autora llegaría a redactar hasta cinco versiones de la historia. No sabemos de cuál de ellas se ha servido Israel Centeno, el traductor de Un inconveniente, pero en todo caso el relato -al que los editores han sumado un muy recomendable postfacio de Marta Sanz, donde la narradora madrileña habla de "literatura fertilizante"- merece figurar entre los mejores salidos de la escuela jamesiana.

La treintañera Mary Carden aspira a casarse con un antiguo soldado al que se ha resignado a ver como marido ideal, asumiendo que ni su edad ni su carácter le dejan demasiado margen, pero un día se entera de que su no novio se ha comprometido con la bella y turbadora Elsa Grey, adolescente marcada por un escándalo familiar. El argumento, así enunciado, no iría más allá del enojoso melodrama posvictoriano: es el modo sutilísimo como Cholmondeley cuenta o no cuenta las evoluciones del triángulo lo que hace de este relato una obra admirable. Con lenguaje distanciado y analítico, lleno de veladuras, la autora sugiere la impugnación de todo un orden social, sin caer en la denuncia furibunda o el patetismo victimista. Por eso, como apunta Sanz, su discurso emancipador, aunque soterrado, es efectivo. Un inconveniente recrea la atmósfera opresiva que rodeaba a las mujeres casaderas en un mundo donde los errores o los deslices eran irreparables e incluso hereditarios. Para ellas, al margen de las ensoñaciones románticas, el matrimonio se ofrecía como un medio paradójico de conseguir cierta independencia. Cholmondeley, que la ganó sin dejar de ser soltera, lo sabía mejor que nadie.

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