Panorama del hampa | Crítica

Una deliciosa curiosidad

  • La editorial Trapisonda rescata una texto de crónicas –más literarias que periodísticas– de Blaise Cendrars sobre los bajos fondos y el hampa europeos de entreguerras

Fotograma de 'El muelle de las brumas' (1938) de Marcel Carné, poética recreación del hampa francesa de entreguerras.

Fotograma de 'El muelle de las brumas' (1938) de Marcel Carné, poética recreación del hampa francesa de entreguerras. / D. S.

En el panorama editorial español Libros de Trapisonda es una aventura quijotesca, una editorial de autor que se dedica a rescatar hermosas rarezas para un público sediento de joyas escondidas. Para ese reducido público, cada nuevo título en el catálogo de este sello se recibe como un acontecimiento y una muesca en la pasión por la arqueología literaria. Entre esos últimos títulos está el que hoy traemos a estas páginas, Panorama del hampa, inclasificable la obra e inclasificable el autor.

Antes de adentrarnos en la obrita examinemos al autor, Blaise Cendrars, que tiene su aquél. Hijo de una familia burguesa de Berna (su padre decía que inventó el telar automático), se marchó de casa en 1907, viajó por la Rusia pre-revolucionaria en el Transiberiano, hizo negocios en Asia, escribió un libro que muchos sospechan que nunca se escribió, trabajó para un relojero en San Petersburgo, perdió un brazo en la Gran Guerra, estudió medicina en Berna, lee a a Schopenhauer, viaja a estados Unidos, no para de escribir su vida en poemas y un día escribe Semana Santa en Nueva York, que él mismo considera la fundación de la poesía moderna.

En una vida presidida por la impostura, nadie le puede negar que su libro El hombre que he matado es una de las descripciones más descarnadas de lo que fue la guerra que le costó el brazo. En la Segunda Guerra Mundial sería corresponsal de guerra, con textos notables. Entre medias de los dos, en 1934, el diario Excelsior anuncia la publicación de una sensacional investigación de un hombre que, "acostumbrado a las locuras más peligrosas, no ha dudado en penetrar en las zonas más oscuras que representan, de alguna forma, los territorios prohibidos de una civilización llevada al extremo". Sin duda, Cendrars sabía venderse.

Esa investigación es la que hoy nos pone Trapisonda en nuestras manos y los relatos que encontramos en él, en Panorama del hampa, absolutamente alejados del periodismo como lo entendemos hoy, con fuentes difusas y algunas aportaciones, sin duda, de su invención, son deliciosas para una lectura de construcción más literaria que reportera.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

En el capítulo dedicado a Marsella y a su mercado del opio, con el que parece bastante familiarizado, nos traslada a esas películas negras de la Francia de los años 30 y vemos por todas partes a Jean Gabin y las pinceladas de Julien Duvivier o Jean Renoir. Es creíble, por qué no, su relato de cómo las mafias marsellesas diversificaban negocios y estaban detrás de los amaños de carreras ciclistas o de un combate que debió de ser muy sonado entre Kid Francis y Al Brown, "una historia tan compleja que nadie ha podido nunca, pienso yo, aclararla, ni siquiera los propios interesados, ¡de tanto que la habían embrollado antes de repartirse los beneficios!". Como digo, sus investigaciones no son de gran profundidad, tienen más que ver con ecos que le llegan (como algunos de los digitales de nuestro tiempo). "Últimamente corría el rumor por Marsella, no sé si será una patraña...".

Pero no se le puede negar gran eficacia a la hora de construir ambientes. Los capítulos dedicados a los contrabandistas vascos se encuentran entre los más brillantes, pero también se prestan a las leyendas indómitas sobre el espíritu de las montañas: "La libertad, para el vasco, es un derecho divino". Y encontraremos pistas de la prosperidad de la zona si damos por buenas sus descripciones sobre cómo se organizan las diferentes empresas de transportistas que se dedicaban al paso de la frontera de mercancía sin pasar por la aduana. Contaban hasta con aseguradoras para los paquetes perdidos.

Los garitos de París también son tratados en una meticulosa disección: "Se llame círculo o garito, se trata igualmente de un antro malicioso, de una de las más peligrosas, de las más insidiosas organizaciones del gang". Pero si esto resulta un magnífico arranque para el lector del Excelsior, cuando Cendrars se mete en harina no puede evitar sentir cierta atracción por estos lugares y por sus personajes, que no parecen en su pluma tan malignos, sino más bien gente ingeniosa capaz de crear los mejores timos para los incautos.

De hecho, la lectura de Panorama del hampa, que uno devora totalmente sumergido en los aromas que nos propone este tramposo de las letras, nos deja una visión global, un fresco de gente –real o ficticia– que sigue sus propios códigos de honor y a los que Cendrars, pillo como ellos, no puede evitar mirar con simpatía. De la misma manera que nosotros miramos la exagerada biografía de este poeta algo olvidado, el fundador de la poesía moderna.

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