100 años de Montesinos

... Y Rafael volvió al sitio de donde nunca se fue

  • Una tarde de primavera de 2002, el poeta recibió a este periódico en su domicilio madrileño para ofrecer la que a la postre sería una de sus últimas entrevistas

Rafael Montesinos, retratado en mayo de 2002 en su casa de Madrid para la entrevista que concedió a 'Diario de Sevilla'.

Rafael Montesinos, retratado en mayo de 2002 en su casa de Madrid para la entrevista que concedió a 'Diario de Sevilla'. / Ruesga Bono

Una lectura de versos de Bécquer dictada por Adriano del Valle en la casa paterna espoleó a Rafael Montesinos a meter lo que escribía en la métrica y sin duda fue el espejo donde se miró, pero rechazaba con vehemencia que se le considerase heredero del gran poeta sevillano. "Son cosas que se dicen sin mucho fundamento, pero sí me ha gustado estudiarlo a fondo", sentenciaba con energía un hombre de 82 años que nos recibía en su casa madrileña de Pacífico en un estado físico muy mermado por una peritonitis sufrida sólo un mes antes.

Era víspera de San Fernando y a Madrid fui con Manolo Ruesga a hacer un doblete con el que engrosar Sevillanos gran reserva, una serie que publicábamos en este periódico los domingos durante aquella primavera de 2002. A mediodía estuvimos en el palacio del duque de Uceda, sede del Consejo de Estado, entrevistando a Miguel Rodríguez-Piñero y por la tarde nos presentamos en la calle Valderriba, allá por Pacífico, en la séptima planta de un edificio en el que vivía Rafael Montesinos con su esposa y ángel protector Marisa Calvo, a la que conoció en la Tertulia Literaria Hispanoamericana con ocasión de una lectura poética de Gerardo Diego. Marisa sólo estaba pendiente de él y le ayudaba a recordar cosas, pero únicamente cuando era requerida, como ese banderillero que lleva a la práctica lo de que el mejor capotazo es el que no se da.

Aquel día de mayo de 2002 era más verano que primavera, pero Rafael nos recibió bien abrigado en el rincón de un piso que era como un apéndice de aquella Sevilla que él siempre tenía en la sesera. "Me preguntan muchos amigos que cuándo volveré a Sevilla y les digo que cómo voy a volver a un lugar del que nunca me fui". Así como Manuel Mantero me dijo una vez que lo peor de no estar en Sevilla era tener que dar clase un Jueves Santo en su Cátedra de Español en Georgia, Rafael había incorporado a su nido mucho de la Sevilla que él había vivido.

Aquella tarde de un Madrid en pleno San Isidro me llegó muy honda la huella de este sevillano que se fue a Madrid porque a Madrid se fue su familia en la Nochevieja de 1940. "Una guerra no se comprende, te toca vivirla o no; a mí me tocó vivirla y también me tocó ver la quema de San Román desde mi casa de Peñuelas. Mi familia era de derechas y los hijos suelen estar influenciados por sus padres, conque imagínese la reacción que se obró en mí cuando vi cómo unos desalmados le metían fuego a una iglesia. Nunca comprendí por qué se destruyen iglesias, obras de arte, si además no conseguían nada con aquello".

Rafael Montesinos, junto a Rafael Alberti. Rafael Montesinos, junto a Rafael Alberti.

Rafael Montesinos, junto a Rafael Alberti. / Archivo Familiar de Rafael Montesinos

Recordaba Rafael con todo lujo de detalles cómo había sido el itinerario de su nomadeo sevillano, de un nomadeo que empieza en Santa Clara y acaba en Martín Villa con Tarazonilla como común denominador y finca que queda bien reflejada en su entrañable prosa de Los años irreparables. Almirante Ulloa y Reyes Católicos también fueron calles en las que vivió Rafael, pero Santa Clara estaba en su mente grabada a fuego. "San Lorenzo es especial para mí y aunque yo salía en el Valle con un farol junto a la Cruz de Guía, el Gran Poder era la devoción de mi padre y algo que provoca en mí un terremoto de emociones cuando lo miro a la cara".

No se le olvidaba cómo se sintió viendo desde su casa de Peñuelas cómo quemaban San Román

Creo que aquella entrevista fue la última que dio en vida, pues ya apenas salía y su vida social había quedado muy limitada. Y me confesó que su padre había sido directivo del Sevilla antes de la guerra, pero que él jamás había ido a un partido de fútbol. En cambio, los toros... "No me considero un entendido, pero sí un aficionado. Me gustan los toros, he ido bastante y he sido partidario de Curro Romero, que es amigo mío". Objetor de la Feria "porque no tienen por qué señalarme el día en que he de divertirme", sí era ferviente admirador de la Semana Santa de Sevilla. "A mí en Semana Santa no es que se me encojan los adentros sino que se me pone un nudo horrible en la garganta".

Tuvo el inmenso honor de que Manuel Machado le prologase su puesta de largo en Balada de amor primero, que publicó en 1944, recién llegado a Madrid. Poeta eximio, fue un prosista excepcional y su obra Los años irreparables es un canto a la nostalgia de su venerada Sevilla, esa misma Sevilla que en una tarde calurosa de la primavera madrileña nos hizo revivir mediante una velada para lujo de la memoria. Sólo vivió tres años más y dejó un testamento para que crujan los huesos del alma: "He vivido cuatro días / tres no fueron sevillanos / llevadme a la tierra mía". Rafael murió el 4 de marzo de 2005 en Madrid y desde el 6 de abril de ese año reposan sus restos en el cementerio de San Fernando. Aunque demasiado tarde, Rafael Montesinos, poeta de Sevilla, de España y del Universo, volvió al sitio de donde nunca se había ido.

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