Libros

Escribir, esa cosa de condenados

  • 'Rarezas. La literatura no tiene cura', de Manuel Valderrama, analiza los trastornos y complejos de los autores, un repaso por el que desfilan narcisistas, místicos y sucesores de Peter Pan

Manuel Valderrama (Sevilla, 1967).

Manuel Valderrama (Sevilla, 1967).

"Emilio Salgari, tras cosechar un gran éxito con sus libros, se arruinó al invertir en otros negocios. Suele ocurrir al revés. Uno se hace rico con los negocios y se arruina con los libros. Bueno, también pudo influir que su mujer fuera ingresada en un sanatorio mental y él se quedara solo al cuidado de sus cuatro hijos. Eso deprime a cualquiera. Ni corto ni perezoso se dirigió a los alrededores de Turín con un cuchillo, se hizo el harakiri, se cortó el cuello y se sentó a esperar mientras se desangraba". Manuel Valderrama describe así el trágico final del padre de Sandokán en Rarezas. La literatura no tiene cura, un ensayo editado por Maclein y Parker que se acerca a los autores con un humor desenfadado y malévolo y la sana pretensión de divertir al lector, lejos de "los estudios sesudos y el tono reverencial" en los que suelen incurrir estos trabajos.

Un catálogo de "complejos y trastornos" que sufrieron genios de las letras universales, pero también autores no tan conocidos e incluso creadores de segunda fila, retratados casi como "mártires laicos dispuestos a sacrificar su cordura a cambio de convertirse en clásicos y dejar así impresa su visión del mundo para un reducido número de lectores futuros". Hombres y mujeres enfermos de narcisismo, proclives a la autodestrucción, víctimas de amores retorcidos o de represiones asfixiantes, misántropos, mesías y demonios se reúnen en estas páginas en las que Valderrama combina la erudición y la ironía, como ha hecho en los últimos años en su sección El lector irreverente en Canal Sur Radio y en Radio Andalucía Información.

El "narcisista" Truman Capote. El "narcisista" Truman Capote.

El "narcisista" Truman Capote.

El narcisismo es, "seguramente" la "enfermedad laboral más frecuente entre los letraheridos", y a menudo lleva al enfrentamiento entre escritores, como se cuenta en Rarezas, donde junto al consabido antagonismo entre Góngora y Quevedo se exploran también otros duelos como los de Cervantes y Lope, Charles Dickens y Hans Christian Andersen o James Joyce y Marcel Proust. Entre los autores ególatras, Valderrama subraya la petulancia de Truman Capote, que en uno de los fragmentos de Música para camaleones llega a desdoblarse "para conversar consigo mismo" porque "posiblemente él era el único que podía estar a laaltura de su verborrea", una escena en la que Capote no oculta el amor que siente por sí mismo y en la que los dos interlocutores en los que se ha escindido se despiden diciéndose que se quieren.

Los amores turbios y las pulsiones a las que empuja Eros tienen uno de sus representantes más díscolos en Apollinaire, que publicó Las once mil vergas, que para el autor de Rarezas sigue siendo "la novela más obscena, salvaje y cruel de toda la literatura erótica. Si es que podemos considerar simple erotismo al catálogo de orgías, violaciones, incestos, zoofilia, sadomasoquismo, pederastia, coprofilia, necrofilia y demás excentricidades que se acumulan en sus páginas". Frente al carácter desinhibido de Apollinaire, el libro contrapone la tortuosa represión con que Thomas Mann vivió un deseo que sólo exteriorizó a través del protagonista de Muerte en Venecia, Gustav Aschenbach.

Valderrama, autor de novelas como El hombre de perfil o Egolatría, concibe en este ensayo a Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga y H. P. Lovecraft como "tres trillizos oscuros", tres hombres "marcados por un sino funesto que quedó impreso en sus obras" y creadores a los que se alude en el capítulo del libro dedicado a Tánatos.

Muchos escritores cayeron en el delirio religioso, o sus obras fueron interpretadas por sus seguidores como evangelios que escondían enseñanzas morales. Le ocurrió a Herman Hesse, que se anticipó pese a su calidad a "todo un fenómeno de literatura placebo llena de frases huecas y misticismo de centro comercial", una corriente que siguieron libros como Juan Sebastián Gaviota de Richard Bach o El alquimista de Paulo Coelho, el "autor gurú por excelencia". Entre los literatos que pactaron con el diablo, por el contrario, Valderrama relata la peripecia del sevillano Manuel Fernández y González, que según la leyenda se alió con el maligno para conseguir "fama literaria y riquezas". Ese contrato "debía tener cláusulas leoninas en la letra pequeña porque (...) hoy nadie recuerda a este precursor del best-seller", definido en su día como "el Dumas español". Camilo José Cela fue, según Valderrama, otro hombre "capaz de enredar al mismísimo Satanás. No nos debe extrañar de un tipo que ya a los seis años fue expulsado de su primer colegio por morderle el dedo a una monja. Apuntaba maneras".

Valderrama incluye a Saint-Exupéry entre los creadores que sufren complejo de Peter Pan

Por el libro desfilan también parejas cuya convivencia fue un infierno, como les sucedió a Rimbaud y a Verlaine, a Scott Fitzgerald y Zelda y a María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra. De esta última, lamenta Valderrama, no sólo se aprovechó su marido, que firmó las obras de las que ella era autora; "hasta el mismo Walt Disney se lucró con el trabajo de esta escritora en la sombra".

'El principito'. 'El principito'.

'El principito'.

Más allá de las vicisitudes, patologías y taras que padecen un buen número de escritores, Rarezas traza un lúcido diagnóstico de un mercado editorial "infantilizado", hacia el que Valderrama no muestra piedad. "El grueso de los autores de los escasos poemarios que se venden en masa lo componen una legión de pre, post y adolescentes puros cuyos tuits son elevados a la categoría de poemas no por la gracia de Dios, sino por una gracia de sus editores", sentencia el autor. "Novela a novela, libro a libro", lamenta en otro pasaje, "la industria editorial nos ha ido cocinando platos preparados fáciles de masticar y digerir, eliminando la complejidad, la crítica y la sátira".

Entre las vacas sagradas a las que Valderrama dispara sus dardos se encuentra Antoine de Saint-Exupéry: El principito se cataloga como "fabulita simplona sobre la nostalgia de la infancia perdida" y su autor se incluye entre los creadores con complejo de Peter Pan. "Si un tipo que acaba de tener un accidente de avioneta me enseña el dibujo de un sombrero y me dice que en realidad se trata de una boa haciendo la digestión después de comerse un elefante, lo llevo al hospital más cercano convencido de que sufre un traumatismo craneoencefálico severo o, para ser más gráfico, que el porrazo lo ha dejado tonto. ¿Qué quieren que les diga?".

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