El edificio de piedra | Crítica

Lírica desazón

  • Asli Erdogan recrea personalísimamente la represión política en su Turquía natal

La escritora turca Asli Erdogan (Estambul, 1967).

La escritora turca Asli Erdogan (Estambul, 1967). / D. S.

En la literatura turca, la atmósfera carcelaria suele acompañar a cierta narrativa que podríamos llamar como de género. El golpe de estado de 1980 del general Kenan Evren propició años después un tipo de novela reflejo de la memoria individual y colectiva asociada a aquella ópera de fuerza. Recientemente, el fallido golpe de 2016 contra el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan trajo consigo una vasta purga en todos los estamentos ancilares del país. Los encarcelamientos fueron frecuentes en periodistas y escritores vinculados a ciertas cabeceras críticas.

La escritora Asli Erdogan (Estambul, 1967), voz autorizada en los foros intelectuales turcos, pertenece a la larga nómina de autores o represaliados o detenidos o exiliados en los últimos años en Turquía. Erdogan estuvo vinculada al diario pro-kurdo Özgur Gündem (igualmente había escrito también para el ya extinto Radikal). Por tal vinculación pasó por la cárcel y hoy vive el amargor del exilio en Alemania. El edificio de piedra, la obra con la que se da a conocer en España, une lirismo, alegoría, intimidad abstracta y onirismo en torno a ambientes opresivos y las víctimas que la represión, sea cual sea su forma, va dejando en los márgenes hasta dejarlas convertidas en órganos apaleados o en simples pellejos de la vida. Lo curioso reside en que esta obra fue escrita en 2012, años antes de que la autora pasara por la trena y sufriera el trauma que ella misma había abordado con tan sugerentes asociaciones.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

No hablamos de una novela como tal, sino de una suerte de alegoría progresiva que acaba, eso sí, en un largo relato novelado, El edificio de piedra, que da título al conjunto. Previamente, nos topamos con tres piezas breves que en clave de mujer nos hablan de una exiliada, de las enfermas de un sanatorio y de la esposa de un reo. Pero, como decimos, a modo de sombrío plafón todo converge en la parte final, donde se alternan diversas voces y donde la fantasía oscura y la metáfora de la alienación crean una atmósfera sutil pero áspera, sin esperanza. Reconocemos ecos kafkianos, susurros del Dante, mientras, por otra parte, creemos recorrer los híbridos e inquietantes subsuelos que grabara Piranesi o, incluso, recrear el espacio imaginario de las prisiones turcas, como la de Imrali (situada en un islote del mar de Mármara), la impresionante penitenciaría de Silivri a las afueras de Estambul o, también, la propia cárcel de Bakirköy para mujeres, también en Estambul, donde justamente estuvo enjaulada Asli Erdogan.

El edificio de piedra nos ha recordado los textos escritos desde la cárcel por parte del periodista Ahmet Altan (Nunca volveré a ver el mundo). De igual modo, hallamos asociaciones con la novela Estambul, Estambul de Burhan Sönmez, que recrea precisamente los subsuelos de la ciudad turca en clave de mazmorras y prisiones políticas. El onirismo de Asli Erdogan, su oscura lírica de la supervivencia, va más allá del citado canon de la literatura carcelaria. Provoca una extraña sensación como de paz interior y desasosiego.

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