'El caudal infinito' | Crítica

Lutgardo García: poemas de excepción

  • El autor sevillano publica 'El caudal infinito', un libro en el que el poeta sigue la senda abierta en anteriores obras y alterna el tono reflexivo con su interés en la sabiduría de lo popular

El poeta Lutgardo García Díaz (Sevilla, 1979).

El poeta Lutgardo García Díaz (Sevilla, 1979). / Juan Carlos Muñoz

En la editorial Renacimiento, el poeta Lutgardo García Díaz publica su último libro de poemas, El caudal infinito, título que toma de Jorge Luis Borges, en esta cita que abre el conjunto: "Así voy devolviéndole a Dios unos centavos / del caudal infinito que me pone en las manos". Un caudal que viene de siglos, y que en Lutgardo García pasa por Bécquer, por Juan Ramón Jiménez, por Fernando Ortiz, por Aquilino Duque; por Rilke, por Wislawa Szymborska, por Eliot; y por sus contemporáneos: Juan Lamillar, Víctor Jiménez, José María Jurado (a quien le dedica este libro). A estas voces se suman los nombres de Julio Martínez Mesanza o de Antonio Colinas, en poemas de evocaciones culturales y con un tono reflexivo y de celebración. Como en Libros de lance, que dedica al librero Daniel Cruz y que creo oportuno transcribir al completo: "Vienen de un purgatorio. / Han dormido hacinados en cajas de cartón / y han sufrido el silencio y el oprobio / de haber sido vendidos según peso. / Pero como hay un dios para los libros / que dispone sus tiempos y sus vidas, / han llegado hasta mí quién sabe cómo / para resucitar entre mis manos. / Y aunque sigan su historia más allá de la mía, / cada uno de ellos, con sus cuerpos gloriosos, / han llenado mis horas de minutos de oro / igual que un sol cuando entra en la hucha del día".

Los poemas de Lutgardo García siguen el estilo, también algunos temas, de sus libros anteriores: La llave misteriosa, al cante flamenco; Lugar de lo sagrado, con su asociación entre la escritura y las trascendencias; La viña perdida, con sus referencias a la naturaleza, a las imágenes de los campos andaluces, a sus influencias culturales. En El caudal infinito se ahonda en todas estas nociones en torno al poema, y se le añade precisos ecos de personajes y hechos históricos, o ciudades antiguas y míticas que invitan a la meditación, a la contemplación, al sosiego de una belleza exacta, medida pero descomunal. Referencias que no son aquí adornos estéticos o bisutería conceptual, sino conseguidas palabras que alcanzan las sensaciones sublimes y que contribuyen a un placer en la lectura, que es parte consustancial del buen poema. Así en La mañana en Florencia: "El mundo es un xilófono de timbres de cristal / bajo el que despertamos / con el temor antiguo de vernos sorprendidos / por un día ya adulto. / Primero, la delgada lengua del Campanile. / Luego, se oye la gruesa campana como un oso / que gruñe violentando los estanques del cielo. / Y cuando el sol descifra / la cámara secreta del áureo baptisterio, / comienzan a moverse nuestros cuerpos desnudos / como torsos de esclavos que salieran del mármol".

Otra idea acertada y constante en la obra, y en este libro, de Lutgardo García, es la idea del poema como medio para la meditación de hechos trascendentes. Es la poesía la puerta de entrada a la explicación, o a la reflexión, de aquello que se sabe y no se sabe, aquello que se nombra y no se nombra. El enigma, el misterio. Que aquí es Dios o la belleza, las anécdotas cotidianas de su vida en Galaroza, pueblo de la provincia de Huelva, o un cuadro de Rembrandt. En lo minúsculo o en lo insignificante, si miramos desde otro punto de vista, encontraremos lo relevante, lo inmenso, la verdad. Una mirada cuya expresión se hace en la palabra. Algunos ejemplos en versos que tienen punto y final, pero que no se agotan: "Cada libro es un sueño contagiado por otro"; "Un niño con un globo y un mensaje en la mano / esperando el instante de soltarlos: / muy poco más que eso es el poeta"; "Nos van dando noticias de los ciclos del mundo: / Dentro de aquella jarra de cristal, / sobre un nombre ya ungido por la muerte / es marzo, nuevamente, y, a pesar de nosotros, / sigue siendo verdad la primavera".

El poema es un medio para la meditación de hechos trascendentes, la puerta al enigma

portada del libro. portada del libro.

portada del libro.

Hay también trato con las fiestas populares de su ciudad natal: los toros, la Semana Santa y el flamenco. Poemas que tienen doble mérito: uno, evitar el monótono repique de la repetitiva campana del tópico; dos, decir lo que nadie, después de tanto escrito, ha dicho. Escribir de lo popular es una labor de la que muy pocos escapan indemnes. Es un difícil equilibrio entre originalidad y estampa clásica, sonidos reconocibles y nuevas formas. Hay lectores, y autores, un tanto despistados que suelen tomar la parte por el todo, y al tema o al estilo, por ser tema o por ser estilo, inmediatamente le suman la etiqueta de bueno o de malo. En este tiempo nuestro pasa, por ejemplo, con el costumbrismo. Para estos lectores, y autores, un tanto despistados serán recomendables los poemas de Lutgardo García: La Pasión según Manuel Rodríguez; Plaza de toros; Elegía o el soberbio Triduo de Carnaval. Toda una lección que deshace posibles prejuicios.

La poesía es un caudal infinito, que se desborda en multitud de afluentes y que emana de la palabra exacta. Un caudal sin origen delimitado y sin mar en el que desemboque. Un caudal en el que siempre podremos bañarnos dos veces. Un caudal que sirve, machadianamente, para beber, aunque nunca sepamos para qué sirve la sed. Pero ahora mismo eso no nos importa. Ahora lo que importa es leer estos poemas de Lutgardo García, como el sabio Runners, con esa lectura contemporánea de lo que llaman el culto al cuerpo: "Ambicionan un tiempo donde no haya dolor, / y así van, hoy domingos, callados, sudorosos, / centrados en sus músculos, como disciplinantes, / mientras se oyen campanas de las misas de doce. / Se cruzan con nosotros camino de la Iglesia". O El agua y la piedra, donde "llega el dado del sol por la rendija / y el alma de la piedra se sorprende, / y se llena de luz como un pulmón / inflamado de oro". La luz, el oxígeno y el oro de unos ritmos y de unas imágenes que son poesía de excepción, en todos los sentidos, por su personalidad y por su excepcionalidad.

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