Eva García Sáenz de Urturi | Premio Planeta

“Me resultaba más fascinante recrear a una Leonor primeriza”

  • La autora se hizo este año con el máximo galardón editorial del país con 'Aquitania': un thriller medieval situado en la corte francesa. 

La escritora Eva García Sáenz de Urturi (Vitora, 1972).

La escritora Eva García Sáenz de Urturi (Vitora, 1972). / D.S.

–En la concesión del Planeta, comentaba que el personaje de Leonor de Aquitania había conseguido superarla.

–Lo que sí supuso un trabajo retador fue el hecho de que tanto la biografía de Eleanor/Leonor de Aquitania, como toda la época (siglo XII) de ese medievo francés estaba muy documentada, había mucha fuente primaria. Llegó un momento en el que vi que tenía que parar porque si no terminaría uno convirtiéndose en un experto medievalista. De hecho, lo que he intentado es que no pese demasiado el didactismo, sino que se dé una inmersión natural del lector en la época. Al fin y al cabo, este es un libro que me ha llevado dos años y medio, y que ha tenido una carga documental y también de planificación muy importante, al tener que cuadrar el puzzle del thriller con la novela histórica.

–Con una vida tan intensa y extensa como la de Leonor de Aquitania, ¿por qué narrar la primera parte de su existencia?

–Plasmar lo que hubiera sido la Leonor de 82 años, cuando ya lo tenía todo vivido y todos acudían a ella en busca de consejo era más sencillo, pero me resultaba más fascinante recrear a esa Leonor primeriza, que con trece años ya estaba lo suficientemente formada como para acceder a la gobernanza. Durante la primera parte de su matrimonio con el rey Luis comete errores estratégicos y bélicos bastante importantes, como el declarar la guerra a un enemigo poderoso como era el duque de Champagne, algo que después se notará mucho en su carácter y en su forma de gobernar en la siguiente corona, la de Inglaterra. Me interesaba como novelista el arco de transformación que supone.

–Es chocante ver una voz con esa madurez en lo que hoy día sería una adolescente.

–Hay que contextualizar un poco el tema de la longevidad y las etapas vitales en el medievo. La mitad de las mujeres en el medievo morían con doce años, y morían de parto. Llegaban a la madurez física antes que ahora, y la vida transcurría más rápida: una persona con 40 años ya estaba en edad madura, y si llegaba a los 50 era un anciano físicamente. La vida era mucho más dura que ahora, y los cuerpos reflejaban esa decadencia y dureza de la vida. Cuando los hijos de Leonor se rebelaron contra su padre, tenían 14, 15, 16 años, y todos habían tenido su bautismo de batalla. Ricardo Corazón de León era un guerrero lo suficientemente experimentado como mandar a un ejércitos de barones aquitanos. Los plazos de tiempo discurrían de forma muy distinta.

–Leonor coincidió en el tiempo, Media Edad Media, con otras “lobas” regentes: Matilde de Inglaterra, Isabel de Francia, Margarita de Anjou... ¿qué se dio en esa época para que tuvieran espacio político?

–Nunca hay un de repente en la historia, las cosas no salen por generación espontánea. Se dice mucho que el siglo XII fue el del primer feminismo, por la cantidad de mujeres que salieron a primera línea. Hildegarda, por ejemplo, es un ejemplo muy significativo, como figura cultural y de la ciencia médica, con sus manuscritos para la sanación. Había mujeres muy formadas, sobre todo en las élites, pero la historia se ha hecho siempre por y para hombres. La ausencia o el menor número de nombres femeninos a lo largo de la historia sí que creo que tiene que ver mucho con que el 100% de autores de las fuentes escritas que nos han llegado eran masculinos, y ofrecían un sesgo importante. Pero cuando te vas a las fuentes primarias, encuentras participación femenina en todos los ámbitos de la vida. A la I Cruzada, por ejemplo, fueron muchas nobles aquitanas, como Ida de Austria; a la segunda, fue la propia Leonor, pero es que iban prácticamente todas las esposas de la corte de la Isla de Francia. Es una imagen muy distinta a la que tenemos de las damas esperando, etc. De hecho, una de las quejas comunes de los clérigos era que los campamentos de los cruzados era castra non casta.

"Se dice que el siglo XII fue el del primer feminismo por la cantidad de nombres de mujeres que hallamos"

–Narra un episodio tremendo, el del incendio de Vitry.

–El episodio de Vitry es totalmente histórico, y de hecho se la sigue llamando Vitry-le-Brulé, Vitry la Quemada. Durante el asedio, 400 personas se refugiaron en la iglesia, en suelo sagrado, y allí murieron calcinadas. Cuando el rey francés, que observaba lo que ocurría en la distancia, se enteró de lo que había pasado, nosotros diríamos que entró en shock:se desnudó y se tiró al suelo con los brazos en cruz, y fue incapaz de hablar en varios días. Le cambió el carácter y se alejó mucho de la reina.Los médicos le ofrecieron otras mujeres, que él rechazó, y empezó a castigarse el cuerpo con cilicios y oraciones y, en gran parte, partió hacia la segunda cruzada para tratar de expiar sus culpas. De allí se trajo unos cuantos cipreses que plantó en la ciudad, y los árboles que hoy se ven son los descendientes de aquellos cipreses, 800 años después.

–La de Leonor es una voz fuerte. Da la medida de lo excepcional que era la figura de su suegra, Adelaida, experta en venenos pero relegada toda su vida.

–De Adelaida de Saboya se decía que no era muy bella pero sí muy devota, y que el Rey Gordo tenía treinta bastardos, para lo que tenía que ser contumazmente infiel. Cuando murió el monarca, ella se casó con un joven noble y arruinado, aunque se dice que muy atractivo. La Adelaida histórica chocó mucho con Leonor: un personaje que tenía las cosas muy claras, y que estaba acostumbrada a saber cómo se manejaba el poder desde los ocho años, puesto que acudía al consejo con los nobles, acompañada de su padre. De hecho, ella no cedió la gobernanza de Aquitania, sino que el rey de Francia era gobernante consorte. Y, en poco tiempo, apartó a su suegra de Francia y la mandó con su nuevo marido a un castillo remoto de Champagne. Siempre es bueno jugar al contrataque.

-Los venenos están presentes en todo el desarrollo de la historia.

–Recopilé al respecto muchísima información, sobre todo, del reino de Navarra, donde había muchos ajusticiados por asesinatos por envenenamiento. El famoso beso de la adelfa, las ranas venenosas, el polvo de cantárida... Algo bastante común era que las mujeres acudían a las sanadoras o las parteras de cada pueblo, cuando había un marido maltratador, para acabar con él sin que dejase ni rastro.

–Toma el símbolo celta del triskel como símbolo de la casa de Leonor, y le inventa un lema: Sólo sé subir.

–En Fontevrau, en un lateral, había varias eses, y pensé en un lema que pudiera ilustrar el recorrido de la protagonista, y di con ese “Sólo sé subir”, que después se transforma en “Sólo sé seguir”, pues tanto ella como su tío se dan cuenta de que subir había hecho poderosa a su familia, pero que destrozando vidas a su paso.

–Todo ese trabajo de documentación que comenta, ¿ha cambiado en algo su visión de la Edad Media?

–Pues me ha servido para ver mucho la cotidianidad: los oficios, el día a día, qué se comía, cómo olía alrededor. Recuerdo que me traje incluso del Valle del Loira música sacra de la época de Leonor, para escucharla. Todo lo sensorial me producía inmersión y cierta sensación de familiaridad con cosas de hace 800 años.

–Idea para la familia Poitiers un ‘Manual de vida de los duques de Aquitania’, que resume gran parte de la ciencia política.

–Había frases como “Rema en tu propia barca” o “Si alguien está a punto de perder los nervios, dale el timón”. Soy muy dada a leer manuales antiguos de política, como el Elogio a la prudencia, de Baltasar Gracián, o El príncipe de Maquiavelo. De hecho, la editorial me pide que haga una recopilación, y no descarto que terminé apareciendo como libreto que acompañe a la novela en alguna edición más adelante.

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