El Gatopardo | Crítica

El libro del príncipe

  • Setenta años después de su publicación original, 'El Gatopardo', que fue recibido con reservas por la crítica de orientación marxista, sigue señalando una cumbre en la narrativa de su siglo

Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Palermo, 1896-Roma, 1957).

Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Palermo, 1896-Roma, 1957).

Además de contener la que tal vez sea la frase más citada de la literatura italiana del siglo XX y de haber inspirado el filme homónimo de Visconti donde Lancaster encarnaba al príncipe de Salina, la única novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, publicada póstumamente en 1958, ha dado mucho que hablar por razones que trascienden su calidad extraordinaria.

El ya famoso rechazo de Mondadori y Einaudi –a instancias de Giorgio Bassani, que se ocupó de la edición, El Gatopardo fue finalmente acogida por Feltrinelli– o la controversia entre los intelectuales que desdeñaron el libro por su contenido supuestamente reaccionario y quienes desmentían ese estrecho punto de vista –extendido en la ideologizada cultura del momento– o celebraban sin más los valores estéticos de la novela, quedan hoy muy lejos, pero no han perdido interés en la medida en que ilustran la accidentada recepción de uno de los grandes clásicos europeos contemporáneos. Con alguna señalada excepción, casos de Montale, Aragon o Forster, fueron los meros lectores los que reconocieron desde el principio la condición de obra maestra.

La nueva edición de la novela sigue la segunda italiana de 1969, basada en el manuscrito original de Lampedusa

La nueva edición de la novela sigue la segunda italiana de 1969, basada no en el texto fijado por Bassani sino en el manuscrito original, al que el sobrino del autor, Gioacchino Lanza Tomasi, editor de las impagables cartas de Lampedusa a sus primos y cómplices los Piccolo, añadió fragmentos sueltos en apéndice y un erudito preámbulo donde aporta valiosa información sobre el proceso de escritura.

Redactado expresamente para la edición española y fechado en enero de este mismo año, el posfacio de Carlo Feltrinelli –hijo y heredero del mítico fundador, Giangiacomo, y actual propietario del sello Anagrama– resalta que tanto la novela del aristócrata siciliano como el no menos polémico Zhivago de Pasternak, aparecido el año anterior, supusieron el reconocimiento internacional de una joven editorial destinada a hacer historia. Quienes las calificaron de decadentes no habían entendido nada.

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