Vencer el miedo | Crítica

El hombre frente al mito

  • Jordi Amat reconstruye la vida de Gabriel Ferrater en una excelente biografía literaria que ve la luz cuando se cumplen cien años de su nacimiento y cincuenta de su muerte

Gabriel Ferrater (Reus, 1922-San Cugat del Vallés, 1972).

Gabriel Ferrater (Reus, 1922-San Cugat del Vallés, 1972).

La figura y la obra de Gabriel Ferrater nos han llegado muy condicionadas por su leyenda, que ya fue difundida en vida y siguió actuando después de su suicidio anunciado, cumplido unas semanas antes de llegar a la edad, los cincuenta, que él mismo se había puesto como límite. Un aura de malditismo sigue rodeando al poeta, traductor y crítico del que sus coetáneos, personajes tan notorios como Josep Maria Castellet, Carlos Barral o Jaime Gil de Biedma, elogiaron la excesiva inteligencia y una inagotable capacidad de seducción, tan bien reflejadas en el famoso poema que este último, viejo e íntimo amigo y cómplice, dedicó a su memoria. Esa leyenda forma parte del personaje a quien Justo Navarro convirtió en protagonista de su novela F. (2003), un brillante ejercicio de recreación que abordaba el enigma en forma de ficción reveladora. Acercarse a él en una clave asimismo narrativa, pero estrictamente biográfica, tomando hasta donde es posible distancia de los testimonios no inmediatos de los contemporáneos, es lo que pretendía y ha conseguido Jordi Amat en Vencer el miedo, una Vida excelentemente documentada que amplía los episodios conocidos con valiosos datos inéditos y revisa, desde una perspectiva personal, la deslumbrante y errática trayectoria de quien sigue siendo referente ineludible de la cultura catalana de la segunda mitad del siglo XX.

Tres únicos libros, escritos en apenas seis años, le bastaron para abrir un cauce nuevo

Ciertamente excepcional en la España de su tiempo, el perfil de Ferrater no se ajustaba –por su independencia de criterio, por sus cambiantes y amplísimos intereses– a la vida literaria del momento, pero de hecho formó parte muy relevante de ella aunque fuera de forma discontinua y a ratos marginal. Hijo de la burguesía venida a menos, tuvo una formación autodidacta que no le impidió convertirse en una de las personas más cultas e inquietas de su generación, tal vez el mejor lector de un grupo donde los había muy buenos. Tras su tardío estreno como poeta, tres únicos libros, escritos en apenas seis años, le bastaron para abrir un cauce absolutamente nuevo en una tradición conservadora a la que su obra aportó un insólito enfoque moral, donde el lenguaje común sirve de vehículo para un memorable ejercicio de autoconciencia. Fue, dice Amat, un intelectual de talla europea, pero vivió siempre en la precariedad, incapaz de culminar los empeños mayores. Gustaba de la pose provocadora, pero a la vez hilaba muy fino y su mirada crítica, incluso aplicada al género menor de los informes de lectura, sorprende todavía hoy por su perspicacia. Desdeñaba la dictadura y su atmósfera irrespirable, pero dijo detestar las ideologías y se mantuvo al margen del mundo nacionalista que ni entonces ni después ha reivindicado su alta contribución a la lengua catalana. La tensión entre sus numerosos dones y la incapacidad para conducirse en la vida cotidiana, el "pozo de miedo" que lo acompañaba y contra el que luchó en vano, consciente de que dilapidaba su talento, o las rupturas traumáticas con algunas de las mujeres a las que quiso, son distintas manifestaciones de un conflicto interior que aumentó a medida que lo hacían su dependencia del alcohol y el inevitable deterioro de la salud. Ferrater encarnó la vie de bohème de una manera desinhibida y moderna, pero no encontramos en el relato de sus días –en consonancia con su carácter lúcido y reflexivo, nada romántico– ninguna complacencia en el fracaso.

El enfoque de Amat permite 'revivir' al autor y entender 'desde dentro' al personaje

Escrita en forma de relato real, sin notas ni bibliografía, la aproximación de Amat bebe de fuentes directas como la obra del poeta y sobre todo las cartas o los diarios –no el suyo, que por desgracia quemó casi íntegramente–, más que de las memorias o de los testimonios retrospectivos que, como explica el biógrafo, resultan menos fiables si se quieren evitar las distorsiones asociadas al "mito Ferrater" en beneficio de una más precisa restitución de los contornos del hombre. Un enfoque que permite, como quería Ortega, citado a este respecto por el propio Amat, revivir al autor y entender desde dentro al personaje. En la combinación del rigor documental y la búsqueda de un argumento que le diera coherencia a los hechos se cifra el valor de una narración que no lo explica todo, pero logra que entendamos mejor la ansiedad y la angustia del biografiado, una melancolía perfectamente compatible con su vitalismo. El hecho de que Ferrater, un grande pese a todo, sucumbiera finalmente a sus demonios, no niega que su vida contuviera, también, triunfos y momentos luminosos.

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