Laura Ferrero. Escritora

"La palabra redime, pero también puede ser perversa si tú quieres"

  • La autora publica en Alfaguara 'La gente no existe', un volumen de relatos sobre nuestros miedos y anhelos y las relaciones a las que nos entregamos. Una mirada sutil a eso de la vida

Laura Ferrero (Barcelona, 1984).

Laura Ferrero (Barcelona, 1984).

"Yo no quiero hacer ningún obituario, no te lo mereces ni lo hubieras querido. Yo te cantaría un bolero", escribe Laura Ferrero en Una trenza, un conmovedor relato que dedicó a su abuela y que la barcelonesa publica en el volumen La gente no existe (Alfaguara). Un libro en el que la autora retrata a gente rota por dentro que busca recomponerse, personas que se enfrentan al enigma de las relaciones sentimentales y familiares. Eso tan escurridizo que llamamos vida, y que Ferrero impregna de la contenida emoción y la serena belleza que tendría ese bolero que no pudo cantarle a su abuela.

–Desde la cita inicial de Louise Glück, que habla de una mujer que en realidad es "una niña cogida de la mano de una adivina", hasta el último relato, en el que se alude a un hombre "que un día fue un niño" y "vuelve a llevar pantalón corto", da la impresión de que a usted le interesa la huella que la infancia deja en nosotros.

–Hay una frase maravillosa de Margaret Atwood en la que dice algo parecido a: Todo el mundo a mi alrededor es adulto pero yo llevo un disfraz para parecerlo. Mis protagonistas son personas que no han dejado de ser niños, que no han desconectado de su infancia. Me interesa esa sensación de que los demás han crecido y que tú, por lo que sea, sientes que no lo has hecho, que siempre tienes ahí al niño o la niña que fuiste. La infancia es un periodo que nos marca, para bien y para mal, y, sí, está muy presente en mis relatos.

–Uno de los personajes asegura que el término familia "se escurre" si no lo "sostienes bien". En su libro, las relaciones con los parientes son algo complejas.

–A mí me atrae preguntarme quiénes son realmente esas personas a las que has llamado papá, mamá, hermano. ¿Qué sueños tienen? ¿Los conocemos realmente? Cuando te haces mayor le quitas la máscara a tu padre y te puedes acercar de una manera más real. ¿Qué es una familia, además? Ahora quizás estemos redefiniendo estos vínculos. Esa pregunta está bordeando mis historias.

–En Candy Crush, otro de los relatos, alguien apunta que se suele decir que las palabras redimen, pero la narradora lo pone en duda. ¿Usted qué piensa al respecto?

–Pienso que el lenguaje es una herramienta muy poderosa para muchas cosas, pero que también tendemos a ponernos románticos y a idealizarlo. La palabra redime, sí, pero también tiene un trasfondo perverso si tú quieres dárselo. En esa historia que menciona, Candy Crush, se explica que quien domina el relato también puede manipular, vengarse.

"Que te quieran incondicionalmente puede ser aterrador. Pero la vida es eso que sucede si te quedas"

–Entre los temas que aborda La gente no existe usted trata la pérdida de los seres queridos. Una imagen resulta especialmente emocionante, la de quien pronuncia una despedida y siente que esas frases son "como esas pelotas de goma que lanzamos a los perros para que las recojan".

–Cuando he escrito un discurso, un texto, para alguien que había muerto tenía la sensación de que buscaba eso, que esa persona exclamara: "¡Estoy aquí! ¡Tus palabras me han despertado!". Sí, quería que cogiera esa pelota y me la devolviera. Eso es un autoengaño, claro, no tenemos nada para que vuelvan los muertos, pero de alguna manera la palabra nos procura ese espejismo del regreso. A mí me gusta mucho el género de la mémoire, y me emociona ver cómo, en los libros sobre el duelo, conseguimos acercarnos a los que se han ido de la única manera que nos queda, mediante la evocación. Es algo imposible, porque nos dirigimos a los muertos como sabemos, estando vivos, y ahí ya hay una barrera insalvable, pero los nombramos para que de alguna manera sigan estando presentes.

–Otro cuento, Gangrena, explora cómo amar a la persona equivocada puede ser otra forma de muerte.

–Ahí me interesaba mucho hablar del abuso, de otros abusos más allá de los físicos, que desgraciadamente son muy visibles. A ti te pegan y eso te deja unas marcas, pero hay vejaciones que van por otros caminos y que no se detectan. Con este tipo de relaciones tóxicas, en las que pueden meterse tanto mujeres como hombres, da igual, aunque mi protagonista sea una mujer, de alguna manera dejamos de existir, no nos ve una persona y nos vamos apagando. La mirada del otro nos transforma en algo que no somos. 

Laura Ferrero. Laura Ferrero.

Laura Ferrero.

–Y, sin embargo, cuando nos quieren, cuando nos quieren bien, eso también puede pesar. Verano 2017, una historia que parte de la película Verano 1993, reflexiona sobre cómo el amor incondicional también puede asustarnos.

–Sí, puede ser aterrador saber que te quieren de esa manera. Porque tienes que estar a la altura, y es una responsabilidad. Al final la pregunta de ese cuento es: ¿Es más fácil irse o quedarse? Yo pienso que cuando te quedas es cuando la vida sucede, porque las otras opciones son como escapismos. Pero cuando te quedas y te quieren te encuentras con que debes responder a unas expectativas. El amor también es eso, es compromiso, y conlleva una parte complicada de asumir. Muchas veces la vida se nos va en ese miedo al amor.

–Hace un homenaje a Lorrie Moore y a su cuento Cómo ser la otra mujer, en el fragmento Cómo borrar a tu expareja.

–Ese relato es maravilloso.  Aparentemente no tiene mucha complejidad, pero desgrana a la perfección ese sentimiento que alguien puede tener de no ser lo más importante en la vida de otra persona, eso de quedarte con las migas. Me intriga el tema de las antiguas parejas, cómo se diluyen en el tiempo, cómo te vas separando de una persona que un día fue imprescindible en tu rutina. Lorrie Moore tuvo la idea genial de contar la situación sentimental de alguien como si fuera un manual de instrucciones, como si la vida pudiese responder a unas indicaciones, igual que sigues todos los pasos que te dan cuando montas una cama. Ojalá se pudiera trasladar eso al mundo de las emociones.

–Miqui Otero dice de su obra que trata de "las vidas que se rompen", pero que usted "no enfoca a una persona llorando", sino a quienes "intentan sonreír".

–No creo que mis libros sean tan entusiastas como un carpe diem, pero me gustaría pensar que desprenden cierta confianza en la vida. Yo creo que después de un final viene el inicio de otra cosa. Mis cuentos no están cerrados para que los lectores pasen a formar parte de la historia, para que ellos planteen un nuevo comienzo. Y ahí sí tiene cabida la esperanza.

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