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El libro maldito de Romero Murube

  • El poeta denunció en 'Siete romances', publicado hace 80 años, el fusilamiento de Lorca. En él deslizó el lugar exacto del crimen tras su visita a Granada en agosto del 36.

Con toda probabilidad, Siete romances es uno de los libros más extraños de la literatura española del siglo XX. Publicado en 1937, en plena Guerra Civil y en la Sevilla de Queipo de Llano, Joaquín Romero Murube (1904-1969) se atrevió en sus páginas a condenar el asesinato de Federico García Lorca, fusilado meses antes en Granada. "Al acordeón del puerto/ le han estrangulado el cante", se lee en Romance del crimen.

"Siete romances es una importante y arriesgada denuncia de la muerte de Lorca", sostienen los editores Manuel García y Anselmo Martínez, quienes lo rescataron hace unos años en el sello sevillano Point de Lunettes. Andrés Trapiello también lo destaca en el ensayo Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil (1936-1939): "A raíz de esa muerte cayó, en el bando nacional, un pesado manto de oprobio y silencio. Pocas fueron las voces que se atrevieron a romperlo. Una de ellas, la del poeta sevillano Romero Murube, alcaide del Alcázar...".

"Al acordeón del puerto/ le han estrangulado el cante", escribe en su 'Romance del crimen'

Lógicamente, el libro -una pequeña plaquette de 32 páginas- tuvo una tirada reducida, casi clandestina. Llegó a circular en "una limitadísima edición para amigos", según recoge el poeta Juan Sierra en la reseña que le dedicó el 15 de febrero de 1938 en el periódico F.E., propiedad de Falange Española. En concreto, sólo se editaron 237 ejemplares: 37 en papel italiano viejo del siglo XVIII y los 200 restantes en papel de registro. Todos salieron del taller de la Imprenta Alemana de Sevilla.

En estos Siete romances Lorca está presente desde la dedicatoria ("entonces misteriosa y hoy elocuente", en palabras de Aquilino Duque), donde Romero Murube camufla, con un intencionado error ortográfico, el lugar del crimen: "¡A ti, en Vízna, cerca de la fuente grande, hecho ya tierra y rumor de agua eterna y oculta!". La localización, casi exacta, de la fosa del poeta, en unos meses de rumores y miedos, acaso se explique en las averiguaciones hechas en agosto de 1936 en Granada por el propio Murube y Alfonso García Valdecasas.

Sobre este episodio, Juan Lamillar señala en la biografía Joaquín Romero Murube. La luz y el horizonte (Fundación José Manuel Lara): "Comisionado por Queipo de Llano (que según algunos testimonios ordenó darle "café, mucho café" a Lorca cuando desde el gobierno civil granadino pidieron instrucciones), Murube se trasladó a Granada para investigar en la zona lo que había ocurrido con el poeta, al parecer sin resultado positivo, pues encontró un ambiente receloso y hostil".

Pero el homenaje al amigo asesinado va más allá de la dedicatoria. Todos los poemas que lo componen tienen una clara genealogía lorquiana. El tono evocador y amable de las primeras composiciones (Romance de las bailarinas, Romance del enamorado, Romance del jardín, Romance con ella y Romance de la bailarina y el torero) deja paso en los dos últimos a una temeraria sátira contra José Cruz Conde, titulada Romance del gobernador de Sevilla, y al Romance del crimen, dedicado abiertamente al asesinato de Lorca.

En los primeros versos de este último poema se acentúa el terror que se contrapone con la alegría del poeta ("Han estrangulado el cante"). Después, recorren la represión ("La policía ha prohibido/ cierta música en los bailes") y la denuncia explícita de la falta de libertad, con un lenguaje inspirado en el Romancero gitano de Lorca, de tremendo impacto entre sus contemporáneos: "Por el asfalto resbalan/ serpientes de sangre verde" o "Y en todo el mundo la prensa/ llevará con gran detalle/ a los hogares honrados/ cinco columnas de sangre".

Este Romance del crimen ya apareció, con leves modificaciones, en el último número de la primera época de Mediodía, el 14 de febrero de 1929. Romero Murube, por entonces redactor jefe de la revista literaria de vanguardia, publica una colaboración titulada Los Asesinos, compuesta por un poema, Lugar; tres poemas en prosa (Hora, Los asesinos y Éxodo) y, en último lugar, Aleluyas del crimen. Esta primera versión "carece de unidad y parece bastante artificial", valora Daniele Musacchio en la obra La revista Mediodía de Sevilla.

Sin embargo, la nueva versión incluida en Siete romances cobra un nuevo sentido tras el asesinato de Lorca. "El poema se ha reescrito dramáticamente y de juego vanguardista, tal vez fallido, ha pasado a ser un canto de dolor, cumplida elegía, a la muerte de su amigo", aseguran Manuel García y Anselmo Martínez en el prólogo de la reedición de 2004. Esta interpretación también es apoyada por Lamillar en su biografía del autor: "Lo que era reconocimiento literario en 1929 ahora, en otro contexto, es un doble homenaje: poético pero también personal".

Pero este Romance del crimen no es la única nota de interés en esta singular obra de Romero Murube. En el Romance del gobernador de Sevilla, el poeta desarrolla una crítica mordaz de la gestión de José Cruz Conde, gobernador de la pujante ciudad de la Exposición Iberoamericana de 1929, de la que llegó a ser nombrado comisario regio. En sus versos queda retratado como un personaje grotesco y despótico, asiduo visitante de los prostíbulos de la Alameda.

"-Yo soy el Gobernador/ de Sevilla... ¿Quién se atreve?/ Los generales me huyen./ El dictador me obedece./ Yo mando lo que me cuadre/ y en cordobés, aunque pese", escribe Romero Murube. Este poema "es, sin duda alguna, el mejor, el más romance de todos, el que más se acerca a las buenas letras españolas, en cuanto a término, sabor y contenido", destaca en su reseña de 1938 para el periódico de la Falange Juan Sierra, quien evita, lógicamente, cualquier referencia al asesinato de Lorca.

Joaquín Romero Murube, por entonces en el centro de las operaciones culturales del nuevo régimen, vuelve al episodio del fusilamiento del granadino en su aportación a la Antología poética del Alzamiento, preparada por Jorge Villén en 1939. No te olvides... es el título del poema que entrega, cuyos sus primeros versos aluden de nuevo al crimen: "No te olvides, hermano, que ha existido un agosto/ en que hasta las adelfas se han tornado de sangre...".

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