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Un mundo terrible y hermoso

  • Ta-Nehisi Coates, finalista del Pulitzer, escribe una carta a su hijo en la que parte de su historia para analizar la discriminación racial en Estados Unidos.

Ta-Nehisi Coates (Baltimore, 1975).

Ta-Nehisi Coates (Baltimore, 1975).

¿Qué ocurre cuando creces en un mundo en el que la única certeza que existe es la violencia? Imaginemos por un momento que no tenemos el más mínimo control sobre nuestra integridad física, que la calle es una selva en la que literalmente puedes perder la vida, que la protección familiar se traduce en castigo extremo, que la escuela no procura redención alguna porque soslaya el origen de los problemas. Imaginemos por un momento que somos negros y que vivimos en Estados Unidos.

Ta-Nehisi Coates (Baltimore, 1975) alza su voz clara, apasionada, dura y serena para hablarle a su hijo, un adolescente que crece, estudia y se sorprende ante la vida como todos los adolescentes. Le habla como padre preocupado, también como hombre experimentado. A él dirige su carta abierta, su alegato de terror, dudas, amor y esperanza en el individuo capaz de sobreponerse, capaz de levantarse con orgullo para defender su propia vida, su particular manera de vivirla. Coates le habla, además, a todo el que quiera escuchar de verdad la terrible historia que tiene que contar: su propia historia, la historia de sus hermanos y hermanas, de sus primos, tíos, compañeros y vecinos. Una historia particular que es a la vez la historia de su pueblo, del pueblo negro, de los esclavos de ayer y de hoy, sobre los que se sustenta la supremacía blanca de ese país que acaba de elegir como presidente al paradigma del hombre blanco americano: un modelo de prepotencia ensimismada capaz de levantar muros virtuales y reales contra todo lo que no sea una forma de vida concreta, la de todos aquellos que viven acomodados en un Sueño confortable, el sueño americano.

Entre el mundo y yo, que fue finalista del Premio Pulitzer el pasado año, es un ensayo que resulta fundamental para entender lo que realmente ocurre tras esas apabullantes noticias de policías que matan a negros porque tardan en detenerse ante su voz de alto o porque se mueven de forma sospechosa. También para ponerse, aunque sea brevemente, en la piel de los que soportan la más cruel forma de injusticia, aquella que es legitimada por el Estado y por la sociedad más cerrada y cerril, que ve una amenaza en el otro, pero también por esa comunidad biempensante que cree en el mito de la integración racial y duerme tranquila en la serena armonía de los barrios residenciales.

El escritor y galardonado periodista aborda la conciencia del lector con su ejemplo. Nos zarandea con su verdad, que no es la verdad oficial ni de unos ni de otros. Pone en valor su experiencia, su particular forma de abordar la negritud. No se erige en héroe, no está seguro de su camino, aunque recorriéndolo se ha cruzado con personajes definitivos que han marcado su forma de enfrentarse y de explicarse la realidad. Entre ellos, un mito indiscutible, Malcolm Little: "A mí me encantaba Malcolm porque Malcolm no mentía nunca, a diferencia de las escuelas con su fachada de moralismo, a diferencia de las calles con su bravuconería, a diferencia del mundo de los soñadores".

El autor creció en un barrio marginal de Baltimore, dibujando en sus paseos de niño un laberinto de esquinas evitables, de descampados terribles, de parques en los que nunca se debía sentar. Ha crecido con el constante miedo de perder su vida, ha visto como otros la perdían. Y ha intentado explicarse la esencia de una realidad social que incluía desde "padres adictos al crack, pasando por el VIH y hasta la piel decolorada de Michael Jackson".

Como periodista, se ha empeñado en el análisis de una situación sobrecogedora. Para entender, para entenderse, para conocer a los otros y conocerse a sí mismo confió en los libros. Lector incansable, en ellos encontró respuestas y más preguntas. Su madre, que lo obligaba a escribir como método de análisis de su comportamiento cuando era niño, lo puso en el camino: "el oficio de escribir entendido como arte de pensar". De escribir "poesía y rap malos" cuando era joven, pero también artículos y reportajes: "El periodismo me daba otra herramienta para explorar, otra forma de desvelar las leyes que restringían mi cuerpo", dirá.Ta-Nehisi Coates invita también al lector a reflexionar con él sobre el pasado, sobre la historia de su pueblo y la construcción del relato de la esclavitud, que "no es una masa indistinta de carne. Es una mujer esclavizada de carne y hueso".

Como luchador incansable, recomienda a su hijo el activismo necesario para combatir la injusticia, para ser un hombre dueño de su cuerpo, que para él es lo mismo que ser dueño de su destino y de su alma; lo alienta -y  ese aliento nos alcanza a todos-, a perseguir su lugar "como ciudadano consciente de que este mundo es terrible y hermoso".

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