De libros

Algo más que un negocio

  • 'Confesiones de un editor'. Walter Hines Page. Trad. Juan Pérez Moreno. JPM Ediciones. Valencia, 2012. 120 páginas. 12 euros.

Periodista, editor y diplomático, el norteamericano Walter Hines Page (1855-1918) se había interesado por los estudios clásicos en sus años universitarios, pero pronto abandonaría esta primera dedicación para emplearse a fondo en el mundo de la prensa. Trabajó para prestigiosas cabeceras desde las que abogó por la educación sin barreras y la reconstrucción económica de los estados del Sur, y como editor estuvo entre los socios fundadores de Doubleday, Page and Company (1899), que llegaría a ser uno de los sellos más importantes del siglo XX. Más adelante apoyó a Wilson en su campaña presidencial y este lo recompensó con el cargo de embajador en el Reino Unido. Decidido anglófilo, Mr. Page -vale decir el señor Página- apoyó activamente la entrada de Estados Unidos en la Gran Guerra, defendiendo la causa de los aliados frente a los partidarios de la neutralidad americana. En calidad de autor escribió un ensayo, una novela y estas valiosas Confesiones (1905) donde reflexionó con lucidez y sentido práctico sobre un oficio que conocía como pocos y se hallaba entonces en plena expansión, aunque tampoco estuviera libre de amenazas o malas prácticas.

Lejos de exhibir sus relaciones o sus éxitos, como hacen otros editores a la hora de consignar su experiencia, Page optó -bien que amparado en el anonimato- por trazar un sencillo panorama donde denunciaba con lenguaje asequible y ejemplos reales algunos de los males que aquejaban a la profesión: la mercantilización de las relaciones entre autores y editores, la competencia desleal, la irrupción de intermediarios, la autoedición engañosa o la búsqueda de propuestas comerciales indiscriminadas. No quiere ello decir que desconociera los requisitos de solvencia inherentes a la labor editorial, pero para Page, como para muchos otros empresarios con vocación de servicio, la búsqueda de la rentabilidad no era incompatible con la construcción de un catálogo perdurable. Produce cierta melancolía comprobar que el diagnóstico sigue teniendo validez más de un siglo después, aunque a los problemas de siempre se han sumado otros nuevos. En todo caso, el análisis de Page -"si consideramos a un autor como mero capital, no merecemos servirle"- resume bien los fundamentos de la edición entendida como algo más que un negocio.

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