Poesía completa | Crítica

Posteridad indestructible

  • Una nueva edición de la 'Poesía completa' de Pablo García Baena celebra al autor cordobés en el centenario de su nacimiento

Pablo García Baena (Córdoba, 1921-2018) hacia 1948.

Pablo García Baena (Córdoba, 1921-2018) hacia 1948. / Herederos de PGB

La veleta de la poesía había girado hacia el norte, según la reiterada y engañosa afirmación de Gabriel Celaya, y poco después el predicamento de lo que luego se llamaría la Escuela de Barcelona y del grupo más o menos afín del medio siglo pareció relegar –con la excepción de Caballero Bonald, próximo a los Barral, Gil de Biedma y compañía– a los poetas andaluces a la periferia. Pero estaban o vendrían Rafael Guillén, Julia Uceda, María Victoria Atencia, Julio Mariscal o Aquilino Duque, entre otros cuya obra ha sido insuficientemente reconocida. Y estaban, desde fecha tan temprana como 1947, los poetas de Cántico, consagrados años después (1976) en el ya clásico estudio de Guillermo Carnero. Algunos lectores sentimos devoción por Vicente Núñez, íntimo amigo y compañero de viaje de los promotores de la revista, y nadie que guste de la poesía puede orillar la valiosa contribución de Ricardo Molina, Julio Aumente, Juan Bernier y Mario López –o de Ginés Liébana, antologado por Juan Carlos Reche en un reciente volumen de La Veleta–, pero al margen de las predilecciones personales una figura destacó entre los poetas cordobeses que se emanciparon del triste y encorsetado panorama de la posguerra. Lo llamamos Pablo García Baena o Pablo a secas, de ambas maneras se dice el nombre del más alto cantor de ese grupo que es también –un tiempo no se sabía, hoy nadie lo duda– una de las grandes voces de la poesía española del siglo XX.

El editor ha hecho una exhaustiva labor de cotejo con las primeras ediciones e investigado las fuentes originales

Diez libros a lo largo de sesenta años, los que transcurrieron entre la aparición de su primera entrega, Rumor oculto (1946), y la última que publicó en vida, Los Campos Elíseos (2006), dan fe de un itinerario no ininterrumpido –fue García Baena un poeta demorado, de largos silencios– que se reúne en el primer volumen de la nueva e impecable edición de la Obra completa, al cuidado de Rafael Inglada, quien con buen criterio ha relegado al segundo la obra no canónica, poemas de la primera juventud y otros sueltos o recuperados. Con sus hermosas cubiertas tipográficas, ambos volúmenes ven la luz en la veterana colección Calle del Aire de Renacimiento, introducidos por Juan Lamillar y Francisco Ruiz Noguera, buenos amigos del poeta –como el propio Inglada, familiarizados con el hombre– y excelentes conocedores de su obra. Después de una primera recopilación en 1975, preparada por Bernabé Fernández-Canivell para el Ateneo de Málaga, las anteriores ediciones de la Obra completa, desde 1982, fueron publicadas por Visor con introducción de Luis Antonio de Villena, también antólogo del grupo de Cántico e igualmente íntimo de Pablo. Inglada, sin embargo, no sólo ha ampliado considerablemente el conjunto con la inclusión de los poemas no recogidos en libro, sino que ha llevado a cabo una exhaustiva labor de cotejo con las primeras ediciones e investigado las fuentes originales, en un trabajo de limpieza y fijación que podemos dar por definitivo.

El poeta se inscribe en una tradición que comprende el barroco, la edad romántica, el modernismo y el 27

Títulos como Antiguo muchacho (1950), Junio (1957), Antes que el tiempo acabe (1978) o Fieles guirnaldas fugitivas (1990), además de su citada entrega última, señalan cotas en la admirable trayectoria de García Baena, pero como declaró el poeta en entrevista con Ruiz Noguera: "mi obra es un solo libro, mis días son una sola vida". Emociona recorrerla de nuevo, ahora que esa vida es pasado, para experimentar otra vez el deslumbramiento ante los versos suntuosos de "un orfebre del idioma, un mago de la palabra" (Lamillar) que se movió siempre entre el fervor y la melancolía, por citar la acuñación de Villena. Poeta del amor, de la sensualidad, de la religiosidad meridional, de las artes y la naturaleza: desde su peculiar esteticismo vivido –"La poesía es la vida, la realidad convertida en un gran incendio"–, García Baena se inscribe de modo natural en una tradición secular que comprende el barroco, la edad romántica, el modernismo y el 27. La gran lírica del Mediodía se prolonga en este joven clásico que dialoga de igual a igual con antiguos y modernos. En las palabras, citadas por Lamillar, que Pablo aplicó a uno de sus reconocidos maestros, Juan Ramón Jiménez, la obra del poeta cordobés tiene asegurada "su solitaria permanencia, su dinámica posteridad indestructible".

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