Rivalidades crónicas | Crítica

Cuando se nos va la pelota

  • Jordi Brescó reúne en el libro 'Rivalidades crónicas' diez piezas dedicadas a derbis europeos, en un recorrido que pasa por Hamburgo, Belgrado o Estocolmo, entre otras ciudades

Un policía en el derbi entre el Partizan de Belgrado y el Estrella Roja, en agosto de 2017.

Un policía en el derbi entre el Partizan de Belgrado y el Estrella Roja, en agosto de 2017. / Andrej Cukis / Efe

A menudo, al hincha furibundo se le suele ir la pelota en los partidos más excitantes. Suelen coincidir con los derbis, los que se juegan en la propia ciudad, donde los colores futboleros demarcan afectos, pulsiones, maneras de ser. Por la película El secreto de sus ojos de Juan José Campanella aprendimos a cazar al violador y asesino de una infortunada joven gracias a la inquebrantable fe que suscita el fútbol. Uno puede cambiar de vida, puede divorciarse, volverse abstemio o algo peor; incluso puede cambiar de sexo y pasar de ser Aurelio a llamarse Vanesa María. Pero lo que nunca hará es cambiar de equipo. Eso jamás.

No nos gusta recurrir a Eduardo Galeano, tan del gusto del izquierdismo sport, en cuestiones balompédicas. Pero no nos resistimos a escribir la frase del uruguayo que abre este libro: "Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido". La del amor la dejamos a gusto del consumidor o de la consumidora tras la coyunda. Pero es verdad que existe la bilis negra del fútbol. Acaba un partido, sobre todo un derbi, y gane o pierda tu equipo se abate sobre uno la nostalgia paliativa que disuelve la derrota o le alcanza la melancolía de la victoria y lo que ésta trae de recordación hacia el cálido fuego de los tuyos (los que están y los que faltan).

El periodista multiusos Jordi Brescó reúne en Rivalidades crónicas diez piezas dedicadas a diez derbis europeos que recorren Génova, Praga, Belfast, Glasgow, Estambul, Hamburgo, Belgrado, Sheffield, Nicosia y Estocolmo. No son derbis excepcionales, salvo el clásico Celtic-Rangers, el Génova-Sampdoria o los fogosísimos Fenerbahçe-Galatasaray y Estrella Roja-Partizan de Belgrado.

Brescó ha escrito más bien un líbrido, entre deportivo y viajero. El lector viajará a la ciudad de turno a través del caliente paisaje y del ardiente paisanaje que los derbis provocan en la piel del animal urbano. En Génova, frente a la Sampdoria (el equipo de la modernez, de la moda y hasta de lo joven), el Génova ofrece el orgullo de ser el equipo más antiguo de Italia. Más que interesarnos por el Sheffield United y el Sheffield Wednesday, de esta ciudad inglesa, paradigma de la gente corriente y de la depresión industrial (reflejada en la película The Full Monty), lo que nos ha interesado saber es que aquí tuvo su cuna el primitivo foot-ball y que también aquí se halla el campo de fútbol más antiguo del mundo: el Sandygate Road.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

En Praga, la tradición eslava del Slavia se opone a los llamados espartanos del Spartak. De Belfast desconocíamos por completo el vívido duelo entre los equipos protestantes del Linfield y el Glentoran (el Cliftonvile es aquí el apocado representante del catolicismo). No obstante, Belfast no es más que la pequeña sucursal anímica de uno de los derbis más señeros del mundo, el llamado Old Firm, entre el Celtic de Glasgow y el Rangers. Conocíamos por referencias al modesto FC Sankt Pauli, asociado al antifascismo y el antirracismo. Cuenta con muchos cofrades ideológicos fuera de la ciudad-estado que tiene el nombre del gran equipo oponente: el Hamburgo. Es de hecho el club que concita a más seguidores y el que nunca había descendido de categoría en la Bundesliga. Pero 2018 señaló el año del oprobio y el Hamburgo bajó.

En Estocolmo, en el llamado "derbi de los gemelos" los impronunciables AIK y DIF rivalizan por ser el equipo que fue fundado antes en el mismo año de 1891. Por su parte, en Chipre, la rivalidad entre el Omonia y el Apoel se dirime en Nicosia, la única capital europea dividida literalmente por la línea verde que delimita el país grecochipriota de la República del Norte de Turquía. El Omonia es una escisión del Apoel ocurrida cuando los jugadores del primero se negaron a reprobar a los comunistas en la guerra civil griega. Por eso el Omonia abriga a la izquierda radical y el Apoel (acrónimo del Club de Fútbol Atlético de los Griegos de Nicosia) se asocia a fascistoides y antiturcos. A su vez, el Omonia 1948 nacería de otra escisión del Omonia histórico, al que los puros escindidos le reprocharon su mercantilización.

Otros derbis ya citados forman parte del encanto de los rugidos en las gradas y de sus telúricas pulsiones. El "derbi eterno" entre el Estrella Roja y el Partizan de Belgrado no distingue demasiado, en el fondo, a sus hinchas más radicales. Ambos son ultranacionalistas serbios y homófobos. Ambos fueron fundados por partisanos de Tito y ambos han estado muy vinculados con militares y prebostes de la antigua Yugoslavia. Por último, del "derbi intercontinental" en Estambul entre el Galatasaray y el Fenerbahçe, diremos que aquí se dirime también qué rebumbio alcanza más sobre Europa y sobre Asia en cada uno de sus estadios. Curiosamente, en Estambul el récord lo tienen los seguidores del Besiktas y sus jenízaros antigubernamentales agrupados en la peña Çarsi: en 2007 alcanzaron los supersónicos 192 decibelios.

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