José Carlos Somoza. Escritor

"Pocos misterios hay tan grandes como la mente de Lewis Carroll"

  • El autor regresa con ‘El signo de los diez’ a la época victoriana, "el primer momento en que el hombre perdió a Dios"

José Carlos Somoza, el mes pasado en la Semana Negra de Gijón.

José Carlos Somoza, el mes pasado en la Semana Negra de Gijón. / Juan González / Efe

La enfermera Anne McCarey se define como "buena persona y ni siquiera patearía a un perro callejero que viniera y me mordiese", pero una tarde esa profesional aplicada le clava un puñal a su paciente y ese acto bárbaro le resulta "lo más placentero" que ha vivido hasta entonces. Una teoría explica su agresión: tal vez ha controlado su voluntad "un grupo de siniestros individuos llamados los Diez". Pero, ¿y si ese trance que parece producto de la hipnosis ha destapado algo turbio, inesperado de su interior? Así arranca El signo de los diez (Espasa), segunda entrega de la trilogía sobre la Inglaterra victoriana en la que se ha embarcado José Carlos Somoza y que comenzó con Estudio en negro. Si aquel título se acercaba a la figura de Arthur Conan Doyle, la nueva novela explora las incógnitas de otro nombre mayor de la literatura, Lewis Carroll, que llega a la clínica de salud mental de Portsmouth donde trabaja McCarey.

–Carroll fue matemático, pastor y escritor; se mueve entre la lógica, la fe y la imaginación...

–Sí, totalmente. Siempre quise introducir a Lewis Carroll en mis novelas, y encontré una ocasión inmejorable aquí, en una trilogía sobre el mundo victoriano. Me parecía que no había misterio más grande que el de la mente de ese hombre. Alice Liddell, que era hija del decano de un college de Oxford y tenía ocho años por entonces, le causó tal impacto que Charles Dodgson, su nombre original, escribió Alicia en el país de las maravillas, por el que se hizo mundialmente famoso, y después Alicia a través del espejo. Dos libros enigmáticos, que parecen cuentos infantiles pero que no lo son, que destilan cierta sensación de intrascendencia pero que son complejos, profundos. Aunque más escurridizo es Carroll. Uno se pregunta qué llevó a un hombre de vida austera y metódica a plantear un libro absurdo, que además triunfa. Carroll es un personaje más grande que su Alicia.

–También es fascinante, y contradictoria, la época victoriana.

–Es un tiempo ideal para cualquier escritor, pero yo sentía que estaba en deuda, que tenía que escribir algo sobre ese mundo. Es una encrucijada en la que confluyen situaciones muy interesantes: por un lado, ese gran optimismo que despertaban la ciencia y la tecnología, por hallazgos como la máquina de vapor o por las teorías de la evolución del hombre, y por otra parte esa curiosidad por el espiritismo, por lo que ocurre después de la muerte. Supongo que todo está conectado, que quizás esa atracción por lo paranormal surge porque la victoriana es la primera época en la que de verdad nos quedamos sin un Dios. Esos contrastes son apasionantes para cualquier autor. Yo he exagerado la libertad que se vivía en los teatros en un tiempo con una moral tan rígida, que, por cierto, tiene paralelismos con el presente, no estamos tan lejos. Ahora hay de nuevo una censura, se imponen determinados códigos morales con las redes sociales, como entonces ocurría en los salones donde se reunía la sociedad...

"Yo nunca escribía un libro igual a otro. Planear una trilogía, insistir en esos personajes, era algo que nadie esperaba”

–McCarey descubre facetas de sí misma en los sueños, y usted tiene formación como psiquiatra. ¿Ha recurrido a sus conocimientos en la materia para este libro?

–Me han hecho esta pregunta otras veces a lo largo de mi carrera y siempre respondía que no, pero en este caso es distinto. Aquí sí hay una gran influencia de la psiquiatría de aquella época, de la ciencia de los alienistas… Mi novela se desarrolla en 1882, pero ya estaba despuntando en Viena Freud, que diría no sólo que procedemos de los animales, como había apuntado Darwin, sino que tenemos un inconsciente, algo que nos lleva a hacer cosas sin que nosotros lo sepamos, a albergar pensamientos y deseos que no controlamos. La psiquiatría estaba llamada a desempeñar un papel estelar en ese cambio de siglo.

–Lleva dos entregas de la trilogía. ¿Cómo se cierra el proyecto?

–Tiene que venir el desenlace, veremos qué esconde el señor X, que sin duda oculta algo, y hay otras preguntas que debería responder... o no. Yo también tendré que esperar para saberlo [ríe]. Para mí esta trilogía ha sido una experiencia muy gozosa. Quien me conoce sabe que hago novelas muy distintas entre sí, que si por algo llama la atención mi carrera es por eso. Ponerme con una trilogía era algo que nadie esperaría de mí. Antes, cada vez que terminaba de escribir un libro me despedía de los personajes, cerraba etapa, pero con esta serie ha sido divertido volver a ellos, darme cuenta de que seguían vivos en mi interior.

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