De libros

A la sombra del mago feroz

  • La sueca Anna Åhman debuta con una novela escalofriante pero ajena a la sensiblería y que aborda un tema tan delicado como el abuso infantil.

La sueca Anna Åhman debuta en la literatura con una historia sobre el miedo, la mentira y la crueldad.

La sueca Anna Åhman debuta en la literatura con una historia sobre el miedo, la mentira y la crueldad. / gösta rising

'Cuando muere un mago'. Anna Åhman.Trad. y prólogo Julio Ferrer. Hiperión. Madrid, 2016. 216 páginas. 15 euros.

Cuando muere un mago es el primer libro de la sueca Anna Åhman (1946) y es su debut literario una novela dura, desconcertante y conmovedora que tiene como asunto central un tema ya de por sí difícil de abordar: el abuso infantil. A través de su protagonista, Sara, la autora le da voz a una víctima concreta, pero su narración se convierte en efectiva reivindicación de todas las víctimas, sean niños o no, de abusos en todos los ámbitos posibles.

Su experiencia personal y profesional como psiquiatra especialista en problemas infantiles y juveniles respaldan esta elocuente historia narrada siguiendo el hilo desordenado del recuerdo, dictada por sensaciones olvidadas que reaparecen para abrir viejas heridas, plagada de elipsis que horadan dolorosos vacíos que se completan en otros puntos de la narración con punzante insistencia. Åhman asegura que escuchó la voz de Sara, que se dejó llevar por ella, que fue ella quien le dictó la novela; y quizás esa voz le llegaba de dentro porque sólo así puede entenderse la certera falta de sensiblería, la omisión de todo juicio de valor más allá del que se extrae de las terribles vivencias de la protagonista. La falta de insistencia en los episodios más espinosos, pero, a la vez, la claridad del relato, convierten esta novela en un documento escalofriante. El lector toma parte, aunque no se le invite a ello, ante la exposición de los hechos y, sobre todo, de los sentimientos que provocan esos hechos.

Ser mariposa y volar. Ser lobo y hacer daño. Ser loba para defenderse. Ser mujer para sobrevivir. Convertirse en cuidadora, en experta en solucionar los problemas de otros semejantes, para entender. Dejarse abrazar por la seguridad del bosque, convertirlo en símbolo de los buenos recuerdos, del amor verdadero y sin mácula: el de sus abuelos.

Åhman nació en una pequeña aldea en mitad de un bosque en el norte de Suecia y creció en Estocolmo. Para ella, como para la protagonista de la novela, el bosque, la magnífica presencia de ese entorno de vida casi salvaje es un referente de confianza. Estas vivencias se trasladan a un relato en el que la naturaleza tiene un carácter purificador y curativo.

La protagonista de Cuando muere un mago se enfrenta a un terrible monstruo, su padre, que es también un príncipe capaz de ser su mejor amigo: un mago con poder para transformar la dulzura en desdicha, el abrazo en agresión, los besos de amor en signos de lujuria. Como todos los niños víctimas de abusos, Sara crece en el desamparo. La inseguridad es su escenario vital y su vida adulta se convierte en una lucha constante consigo misma: "Sara no quiere un mundo seguro. Porque puede perderlo. Y eso hace aún más daño que la falta de seguridad. Es lo que piensa cuando se queda sola, al irse Bertil a visitar a sus padres. Nunca han estado tan bien juntos".

Vivir el miedo, vivir sin saber en qué momento el lugar confortable que representa el hogar se va a convertir en trampa mortal. Sara se mueve entre el desvalimiento y la lucidez que le da capacidad para reconocer qué vida quiere vivir, qué adultos le ofrecen confianza, en qué familia quiere crecer. Por eso es quizás más doloroso el hurto de su inocencia perpetrado por su aberrante progenitor, pero también por una madre displicente que mira para otro lado: "Por la noche sueña que va sola por un camino con un lobo detrás de ella. Extiende los brazos para mantenerlo a distancia, hablando dulcemente con él. Más lejos, ve a una mujer que camina delante de ella, dándole la espalda. Quizá sea su mamá. Cuando la mujer se vuelve y la mira, ve que también tiene cara de lobo".

La crisálida de la angustia se convierte en mariposa que huye, que recorre amables paisajes imaginados o se refugia en el único espacio reconfortante y seguro que conoce: "Pero la mariposa vuela por la ventana para ir a la casita de su abuela, donde se posa en el hogar y escucha el leve ruido de las agujas de tejer y del fuego que chisporrotea".

Anna Åhman ha construido una novela que interesa más allá de la historia que desarrolla, que nos habla de la crueldad, de la mentira y de la dificultad de las víctimas para afrontar las secuelas de una relación traumática que las marcará de por vida. Es la angustia de afrontar día a día el horror de un pasado siempre presente. La autora sabe a lo que se enfrenta, ha trabajado con víctimas de la represión política de las dictaduras hispanoamericanas (así puso en práctica su excelente dominio del español); también con niños que, como Sara, han vivido bajo el terrible dilema de tener que confiar en quien más daño le hacía. Por eso su relato está contado desde la experiencia, con la vista puesta en el corazón de los que padecen las más horribles vejaciones, sin apartarse del camino que le impulsa a dilucidar qué se esconde en el alma de los que sufren.

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