Eslovaquia - España

España o el ardor del que se juega la vida

  • La selección debe emplearse con más convicción y verticalidad si quiere superar la férrea defensa eslovaca y lograr un triunfo que la lleve a octavos

  • Busquets y Thiago Alcántara se postulan para aportar sus tablas a un grupo que no encaja las adversidades

Álvaro Morata llega al hotel Eurostars Torre Sevilla.

Álvaro Morata llega al hotel Eurostars Torre Sevilla. / Antonio Pizarro

Ganar, sólo ganar, garantiza a España seguir viva en esta Eurocopa tan dispersa, que enfría el interés de un aficionado un tanto desorientado por el baile de sedes. Los decepcionantes empates ante los suecos y los polacos en sus dos primeros envites en La Cartuja confieren al partido de esta tarde ante Eslovaquia los ropajes propios de una eliminatoria a vida o muerte: perder manda a los españoles a casa, ganar los mete en octavos como primeros o segundos, dependiendo de lo que suceda en el Suecia-Polonia, y un empate deja el futuro de los hispanos pendientes de que los nórdicos no sucumban.

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Así que mejor apagar la calculadora y encender los corazones: la selección de Luis Enrique se ha empleado con tibieza, sin ese ardor necesario, quizás por su ausencia de líderes, quizás por la bisoñez de no pocos protagonistas y, por qué no apuntarlo, quizás por el extraño ambiente de las semivacías gradas.

Muchas dudas en España

La falta de empatía de Luis Enrique Martínez con el entorno, su discutidísima convocatoria y el dubitativo manejo de los dos partidos iniciales de su grupo han echado paladas de hielo a un invento que, para que funcione, debe latir con el corazón desbocado. En las selecciones nacionales juega mucho el orgullo, el sentimiento de identidad.

El seleccionador debe ejercer de catalizador de toda ese energía en la mentalización del grupo, en su capacidad para transmitir una convicción, la de que se puede ser campeón, y en su habilidad para hacer que el equipo asimile su plan sobre la hierba, sea ésta un tapete o no. Y hasta ahora, ese ardor guerrero y esa firmeza en un plan no han aparecido.

Y eso que en la primera parte ante Suecia, la selección española jugó con fluidez, profundidad, agresividad. Pero no hubo continuidad, todo se diluyó entre el paradón de Olsen a Dani Olmo y el error grosero, otro más, de Morata en el regalo de los nórdicos.

Última oportunidad

Desde ahí, España ha destilado más dudas que certezas. La única certeza es que jugando así, su camino será bien corto en esta Eurocopa. Tanto, que puede acabar hoy mismo al filo de las ocho de la tarde.

Ni siquiera la climatología parece que vaya a encender la mecha en esta fría selección de hoy, pues no se espera que el termómetro vaya mucho más allá de los 30 grados cuando el balón ruede. El ardor debe brotar de los propios protagonistas. De su fe, de su rabia para rebelarse y corresponder a tanta lisonja, hueca o no, de los rivales que aguardan.

“España es uno de los mejores equipos, no solo de Europa, también del mundo”, ha sido la última loa y la firma Marek Hamsík, quien a buen seguro habrá percibido que la defensa española tiene poco de coriácea y hoy tratará de hacer lo que ya hicieron Isak o Lewandowski, desnudarla al primer intento.

Luis Enrique es de los que se crece en el castigo y el hecho de que arrecien las críticas por sus alineaciones puede hasta convencerlo de seguir en sus trece. Es probable que Marcos Llorente siga siendo el lateral derecho y que no devuelva al atleta donde tanto ha tenido que ver en el título liguero de su equipo. En la zaga, una duda estriba en el costado siniestro, donde Gayá aspira a desbancar a Alba.

Regresa Busquets

Por delante, la gran noticia radica en la vuelta de Sergio Busquets, el hombre que ha heredado el cetro, que no la muñequera rojigualda, de Sergio Ramos. El barcelonista acumula 127 internacionalidades, sabe de qué va esto y lo siente. Su experiencia y liderazgo le vendrán a España como el aceite a las espinacas, pues han faltado tablas para responder a los movimientos de tablero del rival y superar las adversidades. Otro que puede entrar es Thiago Alcántara. Otra inyección de experiencia para un partido que se prevé de alto voltaje.

¿Y arriba? Si Luis Enrique es coherente con su discurso, optará por la continuidad y la convicción de que sólo se trata de convertir alguna de las llegadas para plasmar esa teórica superioridad. La selección no engancha, el personal anta descreído, pero cuando suene esta tarde el himno, fluirá el proverbial ardor desde la grada, aun semivacía. Está en los jugadores que prenda la llama. Sin ella, no hay futuro.

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