Natación
  • Doce años, una extremidad menos y una marca en 100 brazas que le hubiera hecho ganar el oro en Río’16 en 100 brazas: 1'18; lástima que no esté todavía nacionalizada para ir a Tokio

  • Dentro del agua, es un ejemplo como deportista; fuera es la superación en carne y hueso, la mejor demostración que cuando la mente quiere, el cuerpo puede

  • Oro nacional en 200 metros braza

Anastasia, futura sirena olímpica

La joven ucraniana, afincada en Vícar, en la piscina mostrando la articulación que le falta: antebrazo y mano derecha. La joven ucraniana, afincada en Vícar, en la piscina mostrando la articulación que le falta: antebrazo y mano derecha.

La joven ucraniana, afincada en Vícar, en la piscina mostrando la articulación que le falta: antebrazo y mano derecha. / Maavi

Escrito por

· Pablo Laynez

Redactor

“¿Pero tú quieres a mi hija porque es buena o por pena?”. La historia que va a tener tiene su parte deportiva y su parte humana. Ambas van relacionadas, sobre todo cuando de fondo están los oros olímpicos. Pero para entender la gran deportista que había escondida en una piscina de Vícar, hay que conocer su historia. Y su anatomía.

El CN H20 [hoy Mare Nostrum] entrenaba ese año en Vícar. Además de sus tradicionales piscinas de El Ejido y Berja, también iba a la Puebla. Mientras los nadadores de José Romacho se cambiaban y calentaban un poco antes de lanzarse al agua, observó unos cursillos de natación que estaban impartiendo unos monitores vicarios. “Me sorprendió cómo nadaba una niña pequeña que había en el agua, tenía un estilo muy superior a lo que se puede esperar de su edad”. La sorpresa para José fue cuando Anastasia terminó un largo y se posó sobre el borde de la piscina: le faltaba todo el antebrazo derecho y, por ende, la mano. Aún así, volvía a zambullirse y nadaba como una sirena, como si en vez de tener una deformación en su extremidad superior, lo que tuviera es más brazos que tentáculos un pulpo.

No sé lo pensó dos veces. Romacho habló primero con el monitor, que coincidió en la afirmación de que “va a ser muy buena”, y posteriormente se dirigió a la familia. “Son encantadores”, asegura el director técnico del club. Los Dymitriv, padres de Anastasia, se vinieron hace más de una década al poniente almeriense y como tantos inmigrantes, viven del trabajo que ofrece el agro. Lo que no sabían es que en su humilde hogar había una potencial deportista olímpica, una joven niña a la que apuntaron a clases de natación para que hicera deporte, como todos los niños de su edad, y que resulta que no va a la competición más importante del deporte internacional porque todavía no tiene la nacionalidad española. Le falta tan solo unos meses para ello.

¿Con 12 años en unos Juegos Olímpicos? Ya será menos. “Este pasado mes de febrero, Anastasia nadó a 1,18 y el oro olímpico en Río’16 fue 1,19”. Está todo dicho. Bueno, todo no. “No va porque todavía no es española, pero si quisiera, podía ir con Ucrania. Además, no es que podría ir, es que iría a por medalla”, dice Romacho, que alucina con ella: “A ojos de un entrenador, es perfecta. No tiene ningún movimiento que le haga compensar la falta de media extremidad, es que parece que tiene el brazo. Alguna modalidad le cuesta algo más, pero la hace también. Sinceramente, no lo entiendo”, se sincera.

Anastasia, nadando en un campeobnato reciente. Anastasia, nadando en un campeobnato reciente.

Anastasia, nadando en un campeobnato reciente.

Basta decir que el pasado fin de semana, Anastasia fue campeona de España absoluta en 100 braza y 200 estilo, y oro en 200 braza. Eso en cuanto a natación adaptada, pero es que en natación convencional lleva ganando medallas autonómicas y nacionales desde que era benjamín.

Y aquí comienza también la parte humana de su historia. Anatómicamente, a la joven vicaria le falta ese trozo de su extremidad derecha, pero mentalmente es más fuerte que cualquiera de los que se echan a la piscina con ella, por mucho bíceps, tríceps o músculo flexor radial del carpo [músculo propio del antebrazo] que tenga. “Nunca le he tenido que poner las gafas, ni el bañador, ni tan siquiera le he cortado un filete cuando hemos ido a los campeonatos. Es totalmente autosuficiente, mucho más que los niños de su edad”, reconoce el director deportivo.

“No tiene trauma alguna, es una niña alegre, natural, muy responsable. La natación adaptada le ha venido muy bien para aceptarlo... es que hasta bromea con su discapacidad. Tú la ves en la piscina y sólo sabes que es ella por lo bien que nada”. Por eso precisamente, la Federación Española de Natación no le quita ojo: “Ella entrena natación convencional, aunque a veces metemos la adaptada para no sobrecargarla. Es más, a veces tenemos que echarle el freno porque tiene una vitalidad envidiable”, apunta Romacho, que explica que la FEN les recomendó que no cambiaran sus especialidades, sino quie las potenciaran: braza y estilo.

Mientras la burocracia trabaja para que jure la Constitución próximamente, Anastasia seguirá entrenando como si no fuera con ella la película olímpica. Normal, a su edad conocen más a Bob Esponja que a Cobi. Sus padres, también seguirán trabajando como si nada. “Son gente superagradecida, que le han dado una educación a Anastasia muy buena. Sus padres lo están viviendo con normalidad, nos dijeron que del tema deportivo nos encargáramos nosotros al cien por cien”, y Romacho tiene una cosa muy clara: hay madera de campeona, en sus brazos tiene a una futura sirena olímpica y en su corazón a una niña que es un ejemplo de superación para toda España. Y eso ya es un oro.

A propósito, la frase que sirve de entradilla a este reportaje, fue la que le dijo la madre a José Romacho cuando le dijo si podía entrenarla. Sencillamente, maravilloso.

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